miércoles, 27 de septiembre de 2023

19. Menos recursos y una vida recogida.

 

 

 

El rey perdonó a Juana en febrero de 1462 y acabó devolviéndole Arenas de Ferrerías con el castillo y la fortaleza, y con todos sus derechos, rentas y pechos, penas y caloñas; reconociéndole un juro de por vida de 125.000 maravedíes sobre rentas de la ciudad de Sevilla y los bienes que poseía en los castillos de Arenas y Montalbán. Más otros 100.000 maravedíes que también tenía en los libros de cuentas del rey. La condesa tuvo que hacer pleito homenaje de todo ello, texto que se encuentra en un borrador del Archivo General de Simancas, sin fecha, pero probablemente de febrero de 1462, diciendo que no acogería a Juan de Luna ni a ninguno de los suyos, “(…) excepto Furtado e don Alonso fijos del dicho Juan Luna mis criados que han de estar conmigo, (…).” (1) Juan de Luna y Mendoza regresó a la frontera con Aragón y se reintegró con su familia en aquel reino, donde luchará al lado del rey Juan II de aquella corona. A su lado, en el cerco sobre Lérida: “(…) y fue muerto de un tiro de lombarda un caballero castellano de los más preciados y estimados de aquella corte llamado don Juan de Luna.” (2) Efectivamente, en otro tiempo Juan de Luna fue un noble valorado por sus virtudes guerreras, y por la fidelidad a su tío el condestable y después a su tía, la condesa de Montalbán, de la que había tenido que despedirse para siempre. Fue herido de muerte en la guerra civil catalana, en el verano de 1464.



Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, Arenas de San Pedro, www.TietarTeVe.com/iglesia-nuestra-senora-asuncion-arenasdesanpedro/

 

Durante lo que le quede de vida Juana vivirá apartada de la corte, no le interesaba participar en aquel ambiente corrupto, enrarecido de intrigas y envidias, en el que los privados se disputaban el poder y el favor del rey, y además ya no tenía nada que defender. Su hija María estaba integrada en la familia de los Mendoza, su nieta en la casa de su enemigo, del que no olvidará jamás que se la había quitado a la fuerza con la complicidad del monarca. Juan de Luna y Mendoza, al que apreciaba como a un hijo de Álvaro de Luna, se había marchado a la corte del reino de Aragón. Y ella se dedicaba a una vida de retiro, de oración y centrada en la gobernación de la hacienda que le quedaba, tendrá que prescindir de algunos servidores y oficiales porque había perdido mucho patrimonio. Sus costumbres se simplificaron para adaptarse a sus menores ingresos, ya no necesitaba lujos ni gastos superfluos, aunque seguía utilizando telas, vajilla, alfombras, muebles y objetos suntuosos adquiridos por Álvaro de Luna, y de los que no quería desprenderse. Muy mal recuerdo tendrá de los dos reyes Juan II y Enrique IV, ejemplos de falta de carácter y de ineptitud para el gobierno, el primero había mandado matar a su esposo inicuamente, y el segundo había facilitado que su privado se apropiara con mentiras y su apoyo, de su nieta y de su patrimonio.


 

Castillo de la Atalaya, Villena, propiedad de Juan Pacheco, https://turismovillena.com/portfolio/castillo-de-atalaya/

 

Además de Juan Pacheco, ya había en la corte otro protegido del rey que ascendía cada vez más en cargos y posesiones. En 1461 el monarca donaba a Beltrán de la Cueva, Colmenar de Arenas y las dehesas de Valdetiétar y la Figueruela. Esos pastos ricos para ganadería, tanto estable como trashumante, eran utilizados por Arenas de Ferrerías y Candeleda, propiedades que continuaban en manos de Juana, por lo que comenzará un enfrentamiento legal entre ellos.

Cuando los asuntos con el rey y el privado se sosegaron, Gonzalo Chacón ayudó a la condesa y consiguió el traslado de los restos del condestable a la capilla de Santiago en la catedral de Toledo, aunque no sabemos la fecha exacta. Este caballero se había criado en casa de Álvaro de Luna, y como hemos visto fue un fiel servidor de su señor, y que estuvo con él hasta sus últimos momentos. Era hijo del alguacil mayor del maestre en la Orden de Santiago, y por esa razón había sido educado por él, por lo que tuvo una magnífica crianza, como si de un hijo propio se tratase. Permaneció a su lado todo el tiempo y tras su muerte, siguió manteniendo muy buena relación con Juana y sus hijos. Se le atribuye la Crónica de don Álvaro de Luna, en la que muestra una imagen laudatoria del protagonista, casi literaria, de la historia de ese periodo. Más que una crónica parece una biografía, pero era lo que Chacón deseaba hacer, recordar las cualidades del condestable como un gran hombre, que efectivamente había sido, aunque también con un lado ambicioso, a veces duro y cruel (así era la sociedad entonces), astuto para perseguir sus objetivos cada vez más elevados, que el autor minimiza resaltando su mejor cara. Poco a poco se estaba rehabilitando la imagen del condestable que Juan II y los nobles habían ensuciado y envilecido hasta un extremo irreal.

Chacón había estado preso por su gran relación con él, pero en seguida estuvo en libertad vigilada, y procuró vivir sin llamar la atención, dada la inquina de Enrique IV a Álvaro de Luna y a su entorno, sin embargo, pronto se le encontrará sirviendo a la infanta Isabel de Castilla y a su hermano Alfonso, los hijos de Isabel de Portugal, viuda de Juan II, con problemas mentales desde su muerte, y retirada en Arévalo o Madrigal, lejos de los lujos de la corte. Un caballero honesto e íntegro, con su conocimiento de las ideas de su señor, el recuerdo de su ejemplo y vivencias con aquel hombre al que admiraba y quería profundamente como a un padre, contribuirá a la apreciación y valoración por parte de la infanta.

 


 

Gonzalo Chacón, anónimo, De pintor no identificado - https://eccehomo.zonalibre.org/archives/044455.html,Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=28915780


Y el talante de la futura Isabel I, tanto hacia Juana Pimentel como a su hija María de Luna y hacia la memoria de Álvaro de Luna, será muy diferente al de su hermanastro Enrique IV. Incluso Isabel y su hermano Alfonso irán con Chacón a ver la capilla fundada por él, “El qual (Gonzalo Chacón) como acaesciesse que fuesse con aquellos Infantes a Toledo, tovo manera de ir con ellos á ver una mucho notable capilla que el bienaventurado Maestre avia fundado á muy grand costa en la Iglesia Catedral de Toledo. De la qual vista se siguió, que de una intercession en otra, solicitandolo aquel caballero, finalmente á instancia de un Religioso Prior del Monesterio que disce de las Cuebas de Sevilla, el qual se llamaba Fray Fernando de Torres, el cuerpo del bienaventurado Maestre fué levado con mucho honor é solemnidad del Monesterio de Sant Francisco, donde estaba en Valladolid, á aquella capilla intitulada de Sanctiago, que assi avia fundado el bienaventurado Maestre, en la qual estan hoy sepultados su cuerpo, é el de su hermano Don Juan Arzobispo que fué de Toledo.” (3)

Gonzalo Chacón será contador y mayordomo mayor de la princesa y luego reina Isabel y continuará a su lado desde los tiempos más difíciles como hombre de gran confianza, por lo que obtendrá más cargos, y será encumbrado por los reyes Isabel y Fernando.


 

Virgen de los Reyes Católicos, pintor hispanoflamenco castellano, siglo XV, Museo Nacional del Prado, Madrid.


Una vez fallecido Enrique IV en 1474, Isabel se proclamaba reina de Castilla, y se producía la guerra civil entre sus partidarios y los de su sobrina Juana, hija del rey anterior. Pero Isabel, instalada su corte en el alcázar de Segovia, empezó a tomar decisiones y a ejercer como reina, y entre las medidas que adoptó se encontraba una que afectaba a Juana Pimentel, porque el 13 de febrero de 1476, los reyes católicos firmaban una cédula “(…) por la que ofrecen a los condes de Saldaña, Íñigo López de Mendoza y doña María de Luna, guardarles justicia en sus pretensiones a los bienes de Álvaro de Luna, condestable de Castilla, padre de doña María.” (4) Tras más de dieciséis años desde la persecución del rey Enrique IV por al patrimonio de su esposo, se reconocía como legítima sucesora a María de Luna y Pimentel, un paso muy importante para la rehabilitación de Álvaro, y Juana se sintió aliviada del sufrimiento que le había producido cómo la trató aquel rey y cómo le había quitado a su nieta.

Efectivamente hacia 1475, la guerra civil se había recrudecido entre los partidarios de las infantas Isabel y Juana. Las tierras del Alberche y el Tiétar también vivían las refriegas entre ambos bandos, y las disputas señoriales por la propiedad de villas y castillos que en otro tiempo habían sido de Álvaro de Luna, como La Adrada y Colmenar, por los que Juana Pimentel, el 25 de febrero de 1475 hacía una reclamación en la contienda que tenía con el duque de Alburquerque, (Beltrán de la Cueva). (5) En el caso del castillo de Alamín y otras posesiones, el obispo Pedro González de Mendoza, requerido por los reyes católicos para que estudiara el litigio, fallaba a favor de Íñigo López de Mendoza, María de Luna y Juana Pimentel, y que aquellos confirmaban después.

 

 

Casa tradicional, La Adrada, Ávila, fotografía: José Berlinches, https://laadrada.net/la-adrada-ayer-post/


 

En cuanto a San Martín de Valdeiglesias, Juana y su yerno Íñigo López de Mendoza, conde de Ledesma, tenían otro pleito con Gonzalo Ruiz de León, guarda mayor del rey Enrique IV. Durante la década de los años 70 Juana mantiene una gran actividad a pesar de su edad, avanzada para la época, pues en 1474 cumplía sesenta años, y participa junto con su hija y su yerno en sus exigencias y reclamaciones del patrimonio confiscado. Probablemente se estaba trasladando a vivir en Guadalajara con ellos, pero seguía personalmente esos asuntos en la zona de allende los puertos. En plena guerra civil el alcaide se encastilló en la fortaleza de San Martín, por lo que Íñigo López de Mendoza y Juana la asediaron. El heredero de la casa de Mendoza llevaba sus vasallos, pero Juana tenía la ayuda de los vecinos de Arenas de Ferrerías, como ella misma reconocerá cuando en 1487 done a los de Arenas las dehesas que poseía, con la condición de que no las enajenaran: “En pago de los muchos, buenos y leales servicios que continuamente me habéis hecho y en especial por el gran servicio que de vosotros recibí en el cerco que yo puse a mi villa de San Martín de Valdeiglesias donde me servisteis lealmente con cuarenta peones durante cien días y por ese servicio tuvisteis grandes gastos y daños en vuestras personas y haciendas y me fuisteis de mucha ayuda para que yo recobrase mi villa de San Martín que indebidamente me había sido usurpada.” (6)

Íñigo López de Mendoza asaltaba la fortaleza y conseguía su objetivo. En octubre de 1479 Juana había confirmado el mercado franco semanal a la villa, y ya fallecida en noviembre de 1488, unos días después los duques habían confirmado los usos y costumbres de la villa. Posteriormente, en 1490 él y su esposa volvían a confirmar los privilegios de mercado franco y de usos y costumbres de la villa, en agradecimiento a “(…) la mucha lealtad e amor que vos el conçexo, justiçia, rrexidores, ofiçiales e omes buenos de la villa de San Martín e todos los veçinos e moradores della, christianos e judíos e moros siempre tubistes con la dicha señora condesa nuestra señora madre que gloria aya e con nosotros ansi en vida de la dicha señora al tiempo del sitio e çerco que yo el dicho duque puse sobre vuestra fortalesa de la dicha villa de San Martín, donde con muchos trabaxos de buestras personas e gastos e perdidas de buestras haziendas nos servistes como en otros diversos tienpos en que nos feçistes muchos e buenos e agradables serviçios los quales a nos son çiertos (…).” (7)

Unos meses más tarde en septiembre, Ruiz de León acabó vendiendo la villa a María de Luna y Pimentel. Poco a poco tanto esta, como duquesa del Infantado, gracias al apoyo de su esposo y de Pedro González de Mendoza, arzobispo de Toledo desde 1482, había ido obteniendo la recuperación de buena parte del patrimonio de Álvaro de Luna que le correspondía. Juana veía con alegría esos triunfos, frente a los que les habían despojado de sus posesiones y de la herencia de su hija.


Notas

(1) Huarte y Echenique, Amalio, Doña Juana Pimentel, señora del castillos de Alamín, (1453 – 62), doc. V, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos,
(Cuarta época, año V), Tomo LVII, Madrid, 1951, n.º 2.

(2) Zurita, Jerónimo, Anales de la corona de Aragón, libro XVII, cap. LV, (p. 249) Ed.  Canellas López, A., Ed. electrónica Iso, J. J., Libros en red.

(3) Chacón, Gonzalo, Crónica de D. Álvaro de Luna, Condestable de los reynos de
Castilla y de Leó
n, pp. 383 y 384. Edición y apéndices de Joseph Miguel de Flores, Madrid, 1784.

(4) Colección Salazar y Castro, M-9, fº 295 y 295 v. RAH.

(5) Archivo Histórico de la Nobleza, OSUNA,C.1740,D.3(4)

(6) Tejero Robledo, Eduardo, El castillo de Arenas, López Dávalos y Juana de Pimentel, pp. 21 y 22, Trasierra, 5, 2002.

(7) García Garcimartín, Hugo J., Articulación jurisdiccional y dinámica socioeconómica de un espacio natural: la cuenca del Alberche (siglos XII – XV),
tesis doctoral, doc. 24 pp. 916 y 917, Madrid, 2002.














No hay comentarios:

Publicar un comentario

1. En un principio... 1431.

      Hacía un frío gélido aquella mañana de enero de 1431 en Calabazanos, un lugar de la merindad de El Cerrato al sur de ...