Capítulo 5. Lujo, música y poesía alrededor de Juan II
Si en algo destaca Juan II es en su amor por las distintas expresiones artísticas, que no sólo disfrutará como diletante, sino como intérprete. Había sido educado esmeradamente por su madre la reina Catalina, que había nacido en Inglaterra en un ambiente muy culto, era muy religioso, sabía correctamente latín, música y escribía poemas con habilidad. La suya será una corte ilustrada y sobresaliente, con gran presencia de músicos, teólogos, ministriles, poetas, bufones y artistas, abundarán los libros y los objetos lujosos y de buen gusto, como por ejemplo magníficos tapices franceses, que a veces narraban escenas caballerescas de personajes como Lancelot o el rey Arturo.
Había un gran noble, buen guerrero y escritor y poeta, que lo mismo mantenía unas justas de armas que un certamen literario, era Íñigo López de Mendoza, el primer marqués de Santillana. Las damas, desde la reina a las esposas de los magnates, asistían como espectadoras a ambos concursos, en muchos casos dedicados a ellas o al menos para mostrarles las habilidades caballerescas que tanto era una canción de amor como vencer al contrincante llevando un distintivo, un lazo, una cinta o un pañuelo de la mujer amada. Probablemente era lo que más gustaba a Juana Pimentel de sus estancias en la corte, escuchar aquellos poemas sutiles y difíciles con una belleza compleja que había que dominar y que Juana había aprendido sobre todo al lado de su esposo, que cultivaba la poesía y participaba en las justas literarias.
Dentro de este ámbito de creación poética se encontraban las “invenciones y letras de justadores.” La invención era: “(…) una frase corta, más o menos ingeniosa, en la que la ambigüedad de los vocablos y el contexto en que se dice pretende explicar de forma concisa una idea muchísimo más amplia.” (1) Se parecía al llamado “mote”, un elemento de proclamación amorosa utilizado en el cortejo cortesano y en el erotismo de sus fiestas. No conocemos ninguna invención de Álvaro de Luna, a pesar de ser un asiduo participante en justas y torneos y cultivar la poesía y gustarle aquellas formas caballerescas. En el terreno literario era un experto, aunque considerado por algunos como un advenedizo en la aristocracia, por ser un hijo natural de un noble, además de la casa Luna, extranjera en Castilla pues eran de origen aragonés. Mas ese caballero, joven muy ambicioso, inteligente, buen estadista, con gran visión para deshacer las tramas y maquinaciones contra el monarca, tenía las mismas dotes que el marqués de Santillana, era tan buen guerrero como escritor y poeta.
A su servicio, no sabemos en qué cargo, aunque era buen contador y tenía una gran formación por lo que podía desempeñar diversas funciones, se hallaba Pero Guillén de Segovia, que mantenía buena amistad con él y que además era poeta. Será el único amigo capaz de defender a su señor escribiendo un Dezir sobre la muerte de don Álvaro de Luna, cuando este sea degollado tras un proceso montado con la sentencia de muerte predeterminada.
En la corte de Juan II estarán en algún momento como familiares y protegidos, hombres brillantes en la creación: como Juan de Mena, escribano de cartas latinas, el gran poeta de Laberinto de Fortuna que dedicó y entregó al rey en 1444, y dos años después prologó el libro de Álvaro de Luna; Alfonso de Cartagena, obispo de Burgos, diplomático, historiador y humanista; Juan de Alarcón y Valverde, agustino introductor de la reforma en la Orden y vicario general del Capítulo de la provincia de Castilla, que asesoró al rey en algunos asuntos, y fue amigo de Álvaro de Luna para el que escribió el Libro del Regimiento de los Señores, “(…) un tratado de política medieval y espejo de príncipes sui generis, (...) con normas de conducta y preceptos político-morales.” (2); el escribano del rey y poeta de cancionero, Juan Alfonso de Baena que recopiló poemas en el Cancionero que se conoce por su villa de procedencia; el militar, escritor, poeta y fraile, Juan Rodríguez del Padrón (o de la Cámara) que dedicó a la reina María el texto Triunfo de las donas, en el que se alaban las cualidades de las mujeres y entra en la polémica de la Querella de las mujeres con una actitud profemenina en la que coincide con Diego de Valera, humanista, diplomático, historiador que escribió Defensa de las virtuosas mujeres, espejo de verdadera nobleza, y favorecido por Juan II; y finalmente con Álvaro de Luna con su Libro de las virtuosas e claras mugeres.
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Cancionero de Baena, de Juan Alfonso de Baena, https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Alfonso_de_Baena#/media/Archivo:Baena_folio_1. |
También se hallaban Alfonso Fernández de Madrigal, clérigo, consejero del rey, escritor prolífico de comentarios en latín a libros de la Biblia y obispo de Ávila; Pablo de Santa María y Lope de Barrientos; Martín (Alfonso) de Córdoba, insigne religioso agustino, teólogo y escritor amigo del condestable, a quien dedicó el Compendio de la Fortuna, esta como “un suceso inopinado íntimamente unido a una causa final.” (3)
Como capellán de Juan II, Alfonso Martínez de Toledo, clérigo eminente con estudios en la universidad de Salamanca, que viajó por el reino de Aragón y a Roma protegido del cardenal Juan de Casanova. Participó en el debate sobre las mujeres escribiendo El Corbacho, un ataque contra el amor mundano y crítica antifemenina. Pero también en la redacción de escritos solicitados por el monarca, porque el rey encargará tratados de diferentes temas teológicos o espirituales, que le interesaban y por eso se había rodeado de estos prelados de sobresalientes conocimientos.
Juan de Mena tenía buena relación con Álvaro de Luna y además del proemio a Las virtuosas e claras mugeres, le dedicó Memorias de algunos linages, estando en la corte en Valladolid en 1448, porque Mena, de origen cordobés, tenía su casa e intereses en aquella ciudad de donde fue nombrado Veinticuatro, un cargo que le reportaba buenos ingresos. Y en el cerco de Palenzuela en el que el condestable fue herido en un brazo por una flecha, el poeta estaba con la corte porque le dedicó un poema para consolarle.
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Vista de la Torre de la Calahorra, Córdoba, ciudad de procedencia de Juan de Mena, fotografía: Pilar Alarcón |
Es curioso que al mismo tiempo que mantenía esta simpatía por el condestable, tenía también una estrecha amistad con Íñigo López de Mendoza, el marqués escritor y poeta, que le odiaba, se había enfrentado a él, y formó parte del grupo de nobles que procuró su caída. Mena se aprovechará de la confiscación de bienes de Álvaro de Luna, porque poco después de su muerte recibía una donación del rey de 13000 maravedíes anuales de las tahurerías de Córdoba, y parece que no tuvo ningún reparo en obtener parte de las rentas del que se consideraba un amigo y admirador, e incluso hay autores que ven un soborno tras esta merced. “Hay algo siniestro en el rápido traslado de la propiedad de Luna a uno de sus más elocuentes admiradores, y Rizzo y Ramírez supone que hubo soborno. Es triste que un hombre que había lanzado filípicas en el Laberinto contra la corrupción, pudiera haber sido propicio al soborno, pero ésta es, sin embargo, la interpretación más verosímil.” (4)
Entre los poetas recopilados en el Cancionero de Baena, su autor, Juan Alfonso de Baena, que conoció a la mayoría de aquellos, recoge gran cantidad de poemas de Alfonso Álvarez de Villasandino, que también estuvo en la corte y dedicó diversos poemas a Álvaro de Luna en la década de 1420, y que, en numerosas ocasiones con humor, le pedía favores y ayudas.
Notas
(1) Perea Rodríguez, Óscar, Las cortes literarias hispánicas del siglo XV: el entorno histórico del Cancionero general de Hernando del Castillo (1511), tesis doctoral, pp. 24 y 25, https://core.ac.uk/download/pdf/147826128.pdf
(2) Lazcano González, Rafael, Juan de Alarcón y Valverde. DB-e RAH.
(3) Lazcano González, Rafael, Martín de Córdoba. DB-e RAH.
(4) Street, Florence, La vida de Juan de Mena, p. 164, Bulletin Hispanique, tome 55, n.º 2, 1953, https://www.persee.fr/doc/hispa_0007-4640_1953_num_55_2_3354
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