sábado, 30 de septiembre de 2023

13. Juana Pimentel, la condesa que desafió a Enrique IV

 

Capítulo 13. Recuperar el patrimonio confiscado

 

 

Con el corazón encogido por el dolor, con toda la tristeza en el alma, con deseos de gritarle con furia a Juan II lo que pensaba de él, rey indigno y miserable, reprimiendo su lengua, y manteniendo despiertos los cinco sentidos trató de asegurar lo máximo del rico patrimonio que el condestable había obtenido por años de grandes trabajos y servicios.

El rey permaneció en el alcázar de Escalona hasta el 15 de julio, y desde allí escribió a todo el reino justificando la condena y muerte del condestable en una larga carta. Pero la realidad del falso juicio y la condena a muerte es que fueron una farsa.

Notabase aquella muerte de irregular en las causas, y poco legítima en las probanzas. El mismo Rey herido del escrupulo pidió absolución al Papa para sí y para todos los Ministros; bien que por la calidad, que de Religioso tenía el Maestre de Santiago. Mas también hombres exactos, que despues de mucho tiempo declaró el Consejo Real por injusta la sentencia en juicio contradictorio con el Fiscal del Rey. Y aunque nuestras diligencias no han podido asegurar mas ese suceso, parece merecido; pues como observan varones Sabios, la sentencia no contenía delito especial, sino hipérboles, y cargos en comun, y al ayre. <Su tenor (dice el Doctor Salazar de Mendoza) se hallará lleno de malicia, envidia y de rencor: y que los cargos fueron generales, sin especificar culpa alguna, como era menester, (…)>”. (1)

 


The Luttrell Psalter, 1325-1340, The British Library Add MS 42130 fol 99r.



Ya se había hecho con los tesoros de monedas de plata y de oro que tenía su privado en Portillo y en el monasterio de Santa María de Armedilla al norte de Cuéllar. Como ya vimos Gonzalo Chacón, conocedor del carácter del rey, y con buen tino decía que su gran avaricia le había inclinado a dar muerte a su condestable. El monarca estaba deseoso de apoderarse de lo que había en Escalona, (vajilla completa de oro y de plata, copas y jarras de oro, joyas, piedras preciosas, paños de seda y de oro, tapices franceses y otros objetos de valor), (2) además de la fortaleza y la villa, pero Juana consiguió que le dejara un tercio, porque buena parte era de su ajuar.

Junto a su hijo requirieron que mantuviera el condado de San Esteban de Gormaz, y Juan II el 13 de julio estando todavía allí, le confirmaba la concesión de villas y lugares del estado de su padre: “(…) San Esteban cerca de Gormaz, Ayllón, Riaza con Riofrío y Hontanares y otros bienes y lugares de las tierras de Sepúlveda y Riaza, bienes de la villa de Maderuelo, Castilnovo, Fresno de Cantespino, Langa, Rejas, Oradero (hoy un despoblado), la ciudad de Osma, las villas de Salmerón, Valdeolivas, Alcocer, San Pedro de Palmiches con sus tercias reales, y algunas propiedades de su padre en el partido del Infantado de Huete, y en las ciudades de Cuenca y Huete. También tendría las corredurías de la ciudad de Sevilla, con la condición de no enajenar sin licencia real nada de todo esto con iglesias, monasterio ni extranjero.” (3)

Allí estaban varios vasallos, hombres de gran confianza que habían venido con su hijo a apoyar a la condesa: Juan Fernández Galindo, capitán de los jinetes de la casa del maestre, un esforzado y leal guerrero, que había tratado de ayudarle para que no cayera preso, Diego de Avellaneda y Fajardo, alcaide de Escalona y Trece de la Orden de Santiago, Juan de Luna y Mendoza, sobrino y yerno de Álvaro, y otro Álvaro de Luna, hijo del arcediano de Niebla que era primo del maestre de Santiago. Todos estarían presentes como testigos en los acuerdos y documentos que se van redactando mientras el rey está en el castillo. Al mismo tiempo el monarca hace donaciones despiezando parte del gran patrimonio del condestable.

 

 

 

Escudo de Álvaro de Luna en el castillo de La adrada, Ávila, https://laadrada.net/laadrada-ayer/personajes-historicos/juan-ii/alvaro-de-luna/


Entre los textos firmados, el 23 de junio dictaba una carta de perdón concedido a Juana Pimentel, “su prima” la llama, (eran primos lejanos pues tenían en común como tatarabuelo al rey Alfonso XI de Castilla), a su hijo Juan de Luna, a Juan Fernández Galindo y Diego de Avellaneda y Farjado y a otros caballeros que estaban con ellos en la villa y fortaleza de Escalona resistiéndose con las armas al monarca. (4)

Juana obtuvo más beneficios para ella y para algunos de los incondicionales de su esposo. En su caso recibía además de las villas de La Adrada y Arenas con todas sus tierras, derechos y señorío, “(…) las villas del Colmenar, Castillo de Bañuela, La Higuera de las Dueñas, San Martín de Valdeiglesias, Prado, Alhamín, La Torre de Esteban Ambrán, Montalbán y La Puebla, así como algunas heredades, aldeas y otros bienes en el Valdetiétar, con el señorío de todo ello, según lo había poseído en su vida Álvaro de Luna (…).” (5

A Rabí Salomón, físico judío de Juana, le concedía un molino de aceite en Maqueda en agradecimiento por sus servicios y por dejar algunas viñas, casas y heredades que tenía en Escalona. (6) A Juan de Espinosa, criado de Juana, la heredad de Calatravilla, término de El Carpio en Toledo, por petición y súplica que le había hecho ella. (7)

 

 

Castillo de Escalona, Toledo, © Viceconsejería de Cultura y Deportes. www.cultura.castillalamancha.e

 

Al mismo tiempo que trataron las mercedes, el 9 de julio se llevó a cabo la redacción de la promesa o carta de arras para el casamiento de Juan de Luna y Pimentel con Leonor de Zúñiga, hija de Álvaro de Zúñiga, alguacil mayor del rey, que había sido enviado a detener al condestable, aunque luego fue Ruy Díaz de Mendoza quien lo tuvo retenido. Pedro de Zúñiga odiaba profundamente a Álvaro de Luna y llevaba tiempo buscando su caída, sin embargo, la actitud de su hijo Álvaro de Zúñiga había sido diferente, pues según Gonzalo Chacón, antes de quedar preso en Portillo, el condestable trató de realizar ese casamiento entre su hijo y una hija del justicia (hijo primogénito de Pedro de Zúñiga), pero la propuesta no llegó a prosperar por la negativa del rey, que ahora cumplía sin conocerlo la idea de su valido. En aquella familia ya había tradición de lazos matrimoniales con los Pimentel, porque una de las hijas de Pedro había sido desposada con Juan Alfonso Pimentel, hermano de Juana; el mismo Álvaro de Zúñiga estaba casado con Leonor Manrique de Lara, prima de Juana, y cuando esta falleció se había casado con su propia sobrina Leonor Pimentel y Zúñiga, sobrina también de Juana.

Cuenta Gonzalo Chacón que estando el maestre detenido había intentado una fórmula para salvarse y era que tanto aquel como Fernando Sesé acordaran con Álvaro de Zúñiga que cuando el rey se marchara de Burgos, el justicia se lo llevase, y a cambio le daría en casamiento a su hijo el conde Juan de Luna y Pimentel y su hija María de Luna y Pimentel para una hija y un hijo de Álvaro de Zúñiga. Lo que a este le pareció muy bien y aseguró que pondría los medios para que el maestre le fuera entregado, y de hecho intentó una y otra vez que el rey le dejara llevárselo, pues de hecho debía ser él y no Ruy Díaz quien lo tuviera, por las cartas que le había enviado, pero Juan II no accedió, porque sabía que Díaz le tenía la misma inquina que el monarca, mientras que el justicia mayor por su cargo mantenía una postura más ecuánime y ajustada. Cuando el soberano partió de Burgos también se llevaron a Álvaro de Luna en manos de Ruy Diaz de Mendoza. (8)

 

 

Atuendo de dama del siglo XV, Santa Águeda, Proyecto de Altar, Anónimo, siglo XV, Museo Nacional del Prado  


 

Años hacía que el condestable había tratado el matrimonio de su hijo, con intención de una alianza política, y había firmado un contrato con Pedro Fernández de Velasco, conde de Haro, para el matrimonio de sus dos hijos: Juana Pérez de Velasco, con Juan de Luna y Pimentel en 1449, que no se llevó a efecto. (9) Ahora, la idea del matrimonio con la hija de ñiga debió de ser de Juan II. La novia era sobrina segunda de Juana, pues su madre Leonor Manrique, como hemos visto, era su prima.

Las redes familiares eran muy complejas y estaban interrelacionadas por alianzas políticas, intereses y patrimonios. En la carta de arras, Juan de Luna se comprometía a dar 400.000 maravedíes a la novia, para los que obligaba su villa de Riaza con su tierra, términos, vasallos, rentas, pechos y demás derechos. Firmaban como testigos, entre otros Diego de Zúñiga, Luis de la Cerda, Diego de Avellaneda y Fajardo y Juan Fernández Galindo. (10) La pareja se velaba al año siguiente, la boda sería organizada por la familia de la desposada, como era costumbre, y que debería añadir una dote y el ajuar. El papa Nicolás V en mayo de 1454, les absolvía de sentencia de excomunión por haberse casado sin tener su dispensa por consaguinidad.

La condesa conocía la enorme apetencia que Juan II tenía de la villa y castillo de Escalona, probablemente la más hermosa y lujosa casa palacio de todos los reinos castellanoleoneses. Ya era de propiedad real cuando confiscó los bienes del condestable, por eso ella dio orden a sus sirvientes de que recogieran su ajuar: alfombras, colgaduras, tapices, cortinas de paramentos y colchas, y demás ropa de invierno y las cargaran en las mulas para llevarlas al castillo de Arenas, donde ya había avisado que llegarían ella y sus hijos antes de septiembre. Los acemileros tenían que regresar a Escalona para seguir transportando enseres de la casa, plata, joyas, muebles, libros, y todo lo que le correspondía de su vivienda más amada.

 

 

Bosque, Simón Vlieger, 1640-1645, Museo Nacional del Prado


 

Arenas de las Ferrerías de Ávila era también un lugar muy querido para Juana, dote de su padre cuando se veló con Álvaro, villa muy rica, con un castillo que había construido Ruy López Dávalos, anterior condestable. Álvaro y Juana lo habían acomodado para vivir temporadas, porque aunque tenía las características necesarias para defenderse en su interior, era también un palacio para residir en él. Estaba fabricado en granito y tenía cuatro torres circulares en las esquinas del cuadrado que formaba su planta. La torre del homenaje se encontraba al lado de la entrada, era rectangular, elevada y tenía cuatro plantas y la última era la vivienda de la familia de Juana.

Tenía hermosos alrededores de castaños y robles y un clima suave en invierno por estar al sur de las altas montañas de Gredos que podían verse muy blancas, nevadas entre diciembre y febrero. El camino hasta allí era difícil y era necesario dar una vuelta para llegar, es posible que utilizaran algunos tramos de las Cañadas que pasaban por Escalona.

Al marchar el rey de la fortaleza, Juana aceleró la recogida de su ajuar, bienes y enseres, quería irse lo antes posible, permanecer allí le daba más tristeza. Debió de ser entonces cuando comenzó a firmar sus escritos como la “triste condesa”, y aunque este título se ha repetido hasta la saciedad en todos los textos sobre ella, reflejaba el profundo dolor que le producía la muerte de su esposo. No podrá conocer la declaración de su inocencia por el Consejo de Castilla, porque se realizará dos siglos después, ya en 1658. (11)

Cuando por fin salió acompañada de sus hijos y de sus gentes con una larga hilera de mulas con los últimos objetos, Juana miró hacia atrás para contemplar la silueta de la villa amurallada y del fuerte castillo que había sido su residencia junto a Álvaro, y no pudo remediar que se le partiera el alma. Marchaba hacia Arenas, pero antes pararían en La Adrada, en cuyo castillo podrían hospedarse unos días y que descansara la comitiva. Era muy agradable, rodeada de pinares y con buenos recursos de cultivos, ganado y bosques, los habitantes cultivaban huertas, viñedos, cereal y frutales. El condestable López Dávila había reconstruido los restos de un castillo que se encontraba en un cerro, y que tenía parte de una iglesia gótica, y lo había rodeado de muralla. Álvaro y Juana lo consolidaron y añadieron elementos para convertirlo en una residencia, si les era necesario.

 

 Notas

(1) de Abarca, Pedro, Los reyes de Aragón en Anales Históricos, 2ª parte, reynado de don Alonso el V. cap. 8. n. 7. Apéndice n.º VI, p. 473, en Gonzalo, Chacón Crónica de don Álvaro de Luna, condestable de los reynos de Castilla y de León, Edición y apéndices de Josef Miguel de Flores, Madrid, 1784.

(2) Villaseñor Sebastián, Fernando, Muchas copas de oro con muchas piedras preçiosas: joyas, lujo y magnificencia en la Castilla de don Álvaro de Luna, Anales de Historia del Arte, 2014, vol 24, n.º esp. Noviembre.

(3) VV. AA. Documentos sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo, vol. 1, docs. 608 y 615. Dirección: Ladero Quesada Miguel A., y Olivera Serrano, César. Universidad Carlos III de Madrid, 2016.

(4) Ibidem, doc. 604.

(5) Ibidem, doc. 606.

(6) Ibidem, doc. 611.

(7) Ibidem, doc. 612.

(8) Chacón, Gonzalo, Crónica de don Álvaro de Luna, condestable de los reynos de Castilla y de León, pp. 362 y 363. Edición y apéndices de Josef Miguel de Flores, Madrid, 1784.

(9) Archivo Historico de la Nobleza, FRIAS,C.1,D.36.

(10) Archivo Histórico de la Nobleza, OSUNA,C.215,D.22-24.

(11) Artigas y Corominas, Pelayo, San Esteban de Gormaz, p. 50. Tirada a parte del Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Madrid, II trimestre 1932.


14. Juana Pimentel, la condesa que desafió a Enrique IV

 

Capítulo 14. Una etapa muy difícil

 

 


Castillo de Gormaz, dibujo a pluma Isidro Gil, España sus monumentos y artes, Soria, Nicolás Rabal, 1889, https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=10065732


Comenzaría una nueva vida dedicada a su hija, que estaba por casar, a apoyar a su hijo en lo que necesitara, y a rehabilitar la memoria de su marido. Ahora Juana y su hijo el conde tendrán que enfrentarse a problemas de las propiedades confiscadas a Álvaro de Luna y donadas de nuevo por el rey al heredero, lo que había levantado un ambiente de resistencia en algunas villas o ciudades o la apetencia de otros nobles que deseaban tenerlas. Cuando el rey confirmó la merced de esas ciudades, Juan de Luna había enviado a su alcalde, el bachiller Fernán Sánchez de Escalona, para tomar posesión de aquellas y lo había intentado el 11 de julio. El joven conde de San Esteban de Gormaz se dirigió al rey relatando el rechazo de la ciudad de Osma a recibirle como señor, y pidiéndole que mandara a sus habitantes a acatarlo. El monarca desde Valladolid el 24 de agosto de 1453, les envió una cédula requiriéndoles que lo recibieran como su señor, bajo pena de confiscación de sus bienes. (1)

En Sepúlveda algunos vecinos habían quitado y roto la horca, como símbolo de justicia y poder por parte del conde. El 22 de septiembre el monarca ordenaba a su concejo que no pusieran impedimentos a la toma de posesión del lugar de Barahona (hoy Barahona de Fresno). (2)

Juana y su hijo se desplazaron a San Esteban porque en la vecina Osma tenían un oponente a su señorío. Desde enero de 1454 había un nuevo obispo, Pedro García de Montoya que pretendía el dominio de la ciudad, por lo que madre e hijo, “(…) por junio del año siguiente acudieron a San Esteban para avistarse con el intransigente obispo de Osma, D. Pedro de Montoya, que se negaba a reconocer el señorío de los Luna.” (3) La entrevista no debió de dar buen resultado porque el prelado mandó al alcalde Lope de Villa en su nombre para ejercer posesión y jurisdicción de ella el 28 de junio de 1454, contra la voluntad de Juan de Luna. (4)

 

 

Puerta de San Gregorio, San Esteban de Gormaz, dibujo a pluma Isidro Gil, España sus monumentos y artes, Soria, Nicolás Rabal, 1889, https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=10065732

 

La condesa tenía que ocuparse de los asuntos de sus propiedades, como llegar a un acuerdo sobre el paso de ganado por Escalona, concejo para el que emitía una concordia en 1455. (5) Dada la situación, el conde de San Esteban y Juana se quedaron a vivir un tiempo en la ciudad. Aunque joven, Juan de Luna poseía energía y carácter al igual que su madre, pero no tenía el poder del condestable, que nadie osaba contradecirle y si lo hacían, tanto él como el rey respondían de forma contundente a los desobedientes. Ya había muerto Juan II, y Enrique IV había heredado el trono, que llamó al obispo para que participase en su consejo, y aprovechando esa ausencia, ellos comenzaron a construir una casa-fuerte, dado que no podían utilizar el castillo en manos del obispado. Los vecinos estaban revueltos y la situación debía de ser tensa. Cuando el obispo regresó, escribió al rey Enrique, con el que mantenía muy buena relación, y se quejaba de que se estaba fabricando una casa-fuerte, que según el prelado: “(…) en perjuicio del Señorio que tenía de su Castillo, y de los vecinos de la Villa del Burgo.” (6) Por lo que el rey mandó que se parara la construcción y como afirma Loperráez, que escribe en 1788, así se encontraba todavía.

El obispo, que debía de ser ambicioso y tozudo, también pleiteaba con Juana por el lugar de Alcozar y su castillo, un lugar de la villa de Langa, que era de Juan de Luna. Pero su hijo tenía que cumplir otras obligaciones como vasallo de Enrique IV, y asistió a las sesiones de las primeras Cortes, convocadas en Cuéllar en 1454, con intención de atacar el reino de Granada, y en Ávila se aprobaron los recursos para la campaña militar del año siguiente. (7)

Juana vio cómo el joven marchaba en la expedición para la guerra de Granada y le recordó los tiempos en que el condestable partía con ese mismo destino. En abril de 1455 estaban en la Vega de Granada y, aunque los moros salían a hacer escaramuzas, el rey no permitió que los castellanos respondieran porque, dada la cantidad de enemigos, habría habido muchas muertes propias. Él lo enfocaba como una guerra de desgaste realizando talas que los empobrecieran, pero un grupo de grandes nobles no estaban de acuerdo y acordaron una trama para prender al monarca. Era una traición, comenzaban los enfrentamiento con Enrique IV, cuyo reinado será desastroso. Un hijo del marqués de Santillana le avisó, y el rey marchó a Córdoba, donde se encontraba el 20 de mayo, desbaratando así la maquinación.



Jardines del alcázar de los reyes cristianos, Córdoba, fotografía: Pilar Alarcón


En esta expedición el conde debió de distinguirse porque en el Real de Granada en junio, cuando Garcilaso había derribado un moro y le arrebató el caballo y la adarga, “El monarca entregó éstos a Lucas de Iranzo al que armó caballero junto con don Alonso Enríquez, hijo del almirante don Fadrique y don Juan de Luna, conde de Santisteban, según el Memorial.” (8)

En junio en aquella ciudad mandó celebrar otra reunión de Cortes, donde Juan de Luna era uno de los confirmantes. (9) Y acabadas las sesiones, acudieron de nuevo a talar la Vega de Granada, y lo hacen en Moclín, Montefrío, Pinos-Puente, y montan el Real sobre Granada, estando en la zona hasta julio. Después Juan de Luna y Pimentel permaneció entre Sevilla y Jaén donde se asentaba la corte, hasta que avanzado octubre partieron para el norte, y en noviembre tenía que estar presente en Ávila, donde confirmaba privilegios del rey, y este en diciembre le confirmaba la merced concedida por Juan II de los lugares y villas de Salmerón, Alcocer, San Pedro Palmiches, Riaza, Alcázar, Santisteban, Ayllón, Barahona y otros más. (10) Así como las tercias de la ciudad de Osma. (11)

 


 

Joven caballero en un paisaje, Vittore Carpaccio, 1510, De Vittore Carpaccio - Google Arts &amp; Culture: Home - pic, Dominio público, https://commons.wikipedia.org/w/index.php?curid=22503538



No sabemos si el monarca después de estos días dio licencia a Juan para celebrar la Navidad con su familia, pues el rey la pasó en Ávila. El caso es que en enero siguiente el monarca continuaba en Ávila hasta el 3 de febrero que se encontraba en Segovia, donde se quedó unos días.

Mientras tanto, la condesa tenía dificultades para ocuparse de sus señoríos “allende los puertos” (sus propiedades del Valle del Tiétar y del Alberche) desde la distancia de las tierras de Soria, las noticias con problemas o necesidades de sus villas tardaban en llegarle y ella tenía que responder desde allí. Por lo que se desplazó a Arenas. Hacía tiempo que Juan de Alarcón y Valverde había fallecido y se notaba su falta en los conventos que había fundado. De Santa María del Pilar de Arenas, ella sabía de sus carencias y escribió una carta para hacerles una donación: “Yo, la triste Condesa Doña Juana Pimentel, Señora de Montalban, por cuanto a toda persona, según su estado, es convenible cosa de facer gracias, dádivas e limosnas a las iglesias e monasterios e órdenes e ermitas e otras personas e otros lugares piadosos, porque el servicio de nuestro Señor Dios e de nuestra Señora la Virgen María en las tales casas e lugares sea aumentado e non venga en detrimento por defecto de bienes temporales necesarios al mantenimiento corporal de aquellos ministros servidores de tales iglesias e monasterios, e porque yo he mucha devoción en nuestra Señora la Virgen Santa María del Pilar, que es cerca de la mi Villa de Arenas, e porque dicho monasterio, e prior, e frailes e convento del, tengan cargo de rogar a Dios e a la dicha nuestra Señora la Virgen Santa María en sus sacrificios e oraciones por el ánima del Maestre mi señor, por Dios haya e por la vida mía e del conde Don Juan e Doña María mis fijos, después de nuestros días… hagoles en las rentas de mi villa de Arenas la donación de seis mil maravedis. Dada en la Villa de San Martin de Valdeiglesias a 12 de agosto de 1455. La Triste Condesa.” (12) 

 

 

Virgen del Pilar de Arenas de San Pedro, Ávila, https://www.bandomovil.com/arenasdesanpedro/424868


 

Según José Mayoral Fernández, (13) dos días después, es decir el 14 de agosto redactaba sus últimas voluntades donándoles una renta perpetua: “(…) encomendó a sus hijos huérfanos a la plegaria de los religiosos del monasterio de Santa María del Pilar, donándolos 8000 maravedís de renta perpetua por testamento otorgado en San Martín de Valdeiglesias en 14 de agosto de 1455.” Desconocemos si son dos mercedes diferentes, pues la fecha es dos días después de la anterior, y la cantidad es mayor, o se trata de la misma, con error de alguno de los dos historiadores.

En el invierno de 1456 que Juana se encontraba en Arenas, recibió la noticia de que su hijo estaba muy enfermo en Boceguillas, una aldea de Sepúlveda. Se dirigió hacia allí inmediatamente, pero llegó tarde, ya llevaban su cuerpo a enterrar provisionalmente en el monasterio de San Francisco de Ayllón como él había mandado en el testamento que acababa de dictar el 1 de febrero. Probablemente Juan de Luna se hallaba en la zona porque tenía Sepúveda y sus aldeas, en donde como ya vimos había vecinos levantiscos y estaría solucionando alguna cuestión cuando enfermó gravemente.

 

 

Juana I, reina de Castilla, Francisco Pradilla y Ortíz, 1877, Museo Nacional del Prado


 

La condesa estaba rota de dolor, su primogénito acababa de fallecer con veinte años, dejando preñada de un primer hijo a su esposa Leonor de Zúñiga. Su tiempo y sus planes se habían acabado. Juana permaneció durante unos días en Ayllón, villa propiedad de Juan, mientras llegó Leonor, que tal vez se encontraba en la corte en Segovia, Se hicieron las exequias y hablaron del traslado de su cuerpo a la capilla fundada por Álvaro de Luna en la catedral de Toledo, que se haría más adelante. Juana y Leonor vistieron de luto paños negros. Desconocemos la relación de la pareja, que sólo llevaban dos años casados, y ahora de las dos mujeres, pero el hecho es que Juan había dejado a su futura hija bajo la tutela de la abuela y no de la madre, por lo que se crio en casa de Juana, y Leonor no intervendrá en los avatares que suscitará su gran patrimonio. Poco después, la viuda se casaba en segundas nupcias con Fernando Álvarez de Toledo y Herrera, señor de Oropesa.

El obispo Pedro García de Montoya, conocedor de la muerte de Juan de Luna, y frente a una situación revuelta y levantisca de Castilla con un rey como Enrique IV, había cercado la villa de murallas y había fortalecido el castillo. Hacia junio de 1459 volvió a mandar al alcaide de su fortaleza que realizara actos de posesión y jurisdicción sobre deudas entre vecinos. (14)

Su pleito contra la condesa continuaba, aunque más adelante tendría que enfrentarse a un nuevo oponente mucho más poderoso, que gestionaba el condado de San Esteban y la ciudad de Osma en nombre de la condesa menor, nada menos que el marqués de Villena, y en ese año tenía que escribirle respondiendo a las quejas de aquel porque el prelado sobornaba a los vecinos de Osma para que se fueran a los pueblos del obispo y su iglesia.

 

 

Pórtico iglesia de Santa María del Rivero, San Esteban de Gormaz, Soria, https://www.sanestebandegormaz.org/iglesia-de-santa-maria-del-rivero.html

 

Antes de morir, Juan de Luna y Pimentel había dictado testamento y dejaba como albaceas a su madre y a su hermano Pedro de Luna y Manuel con el que tenían mucha relación y cariño, y a Juana como tutora de la hija o hijo que tuviera Leonor de Zúñiga, que estaba embarazada. La niña, llamada como ella, nació poco después de muerto su padre. La pequeña era heredera del condado de San Esteban de Gormaz y de todo su patrimonio. El obispo Pedro García de Montoya seguía tratando de hacerse con la propiedad de la ciudad de Osma y continuaba actuando como si lo fuera, impartiendo justicia y realizando actos que no le competían, pero Juana Pimentel procuraba cumplir con el papel de condesa y gestionaba aquella zona. Con respecto a San Esteban, el 8 de octubre de 1457 dictaba “(…) una sentencia arbitral sobre cuestiones de pastos entre el monasterio de la Vid y las villas de San Esteban, Cubillas y Alcozar.” (15)

Juana continuaba ocupándose del monasterio de Santa María del Pilar de Arenas y desde las tierras sorianas de San Esteban otorgaba otro testamento el 12 de julio de 1458 “(…) le encomendaba nuevamente a Nuestra Señora del Pilar, donando trigo, cebada, centeno y avena para que siempre estuviera poblado de religiosos el convento, lindante con las tierras del Colmenar, que iban a ser señorio de otro favorito, (…).” (16)

 

Notas


(1) Loperráez Corvalán, Juan, Descripción histórica del obispado de la ciudad de Osma, volumen III con la colección diplomática, doc. CXXVI, Madrid, 1788. https://books.google.es/books?id

(2) VV. AA. Documentos sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo, vol. 1, doc. 632. Dirección: Ladero Quesada, Miguel A., Olivera Serrano, César. Universidad Carlos III de Madrid, 2016.

(3) Artigas y Corominas, Pelayo, San Esteban de Gormaz, p. 16. Tirada a parte del Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Madrid, II trimestre 1932. https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.do?id=3687

(4) Loperráez Corvalán, Juan, Op. cit., doc. CXXVII.

(5) Archivo Histórico de la Nobleza, Osuna,C. 2553,D.2.

(6) Loperráez Corvalán, Juan, Op. cit., doc. CXXVIII.

(7) Enríquez del Castillo, Diego, Crónica del rey D. Enrique IV, cap. VIII, pp. 16 y 17. Madrid, 1787.

(8) Carceller Cerviño, María del Pilar, El ascenso político de Miguel Lucas de Iranzo. Ennoblecimiento y caballería al servicio de la monarquía, pp. 14 y 15, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, julio/diciembre 2000, n.º 176, tomo I. Jaén.

(9) VV.AA. Op. cit., doc. 822.

(10) Ibidem, doc. 897.

(11) Torres Fontes, Juan, Itinerario de Enrique IV de Castilla, (1455 diciembre), p. 79. Seminario de Historia de la Universidad de Murcia, CSIC, 1953.

(12) Serrano Cabo, José, Historia y Geografía de Arenas de San Pedro, p. 43, Ávila, 1925.

(13) Mayoral Fernández, José, El municipio de Ávila, Estudio Histórico, p. 45, Ávila, 1958.

(14) Loperráez Corvalán, Juan, Op. cit., doc. CXXXIV.

(15) Artigas y Corominas, Pelayo, Op. cit. p. 16.

(16) Mayoral Fernández, José, Op. cit., p. 45.



viernes, 29 de septiembre de 2023

15. Juana Pimentel, la condesa que desafió a Enrique IV

 

Capítulo 15. Enrique IV, rey de Castilla y de León



Tras la muerte del condestable y la del rey Juan II, fue coronado Enrique IV, un hombre débil y manipulable, que desde muy joven se rodeaba de personajes sin escrúpulos, astutos y ambiciosos, como Juan Pacheco y otros que vendrán después, y le favorecía desmedidamente en todo lo que deseaba. Llevaba una carrera parecida a la de Álvaro de Luna, a quien seguía e imitaba, con la importante diferencia de que este siempre fue leal a Juan II y luchó denodadamente para que mantuviera la corona, mientras que Juan Pacheco traicionará a Enrique, luchará contra él, simulará con otros nobles su deposición en Ávila en 1465 y proclamarán rey a su hermanastro Alfonso, un niño entonces. Entre las apetencias insaciables del nuevo privado estaba hacerse con buena parte del patrimonio de Álvaro de Luna, a través del matrimonio de su hijo y heredero, Diego López Pacheco y Portocarrero, con María de Luna y Pimentel hija de aquel y de la condesa, que iba a tener una importante dote.

 

 

Miniatura retrato de Enrique IV en la E de inicio de un privilegio rodado a Juan Pacheco, AHN, Nobleza, Frias,CP.34,D17

 

Juana no olvidaba que Pacheco había contribuido a la muerte de su esposo, a pesar de haber sido su deudo, criados en su casa y presentados en la corte él y su hermano Pedro Girón, por el condestable. Se negó a esa propuesta, no dejaría que su querida hija María y su dote cayeran en manos del codicioso privado, ahora preferido de Enrique IV. Después comprobaría que Pacheco seguiría persiguiendo su objetivo, quería el patrimonio y título de su casa; podrá salvar a su hija, pero con su nieta no podrá evitarlo, porque por medio estaba el poder del rey Enrique, que para complacer a su privado pasará por encima de los derechos de Juana y utilizará la difamación y la mentira para confiscarle los bienes y quitarle la tutela de su nieta con una fórmula despreciable e impropia de un rey.

La condesa empezó a buscar cómo impedir que Pacheco casara a su hijo con María. La casa de los Mendoza era muy poderosa y rica y también tenía mala relación con el privado del rey e incluso con este. En 1458 había fallecido el primer marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza, y había heredado el título Diego Hurtado de Mendoza. Juana tenía lazos familiares con ellos a través de su bisabuelo, Pedro González de Mendoza, que también lo era del actual marqués. Hay autores que destacan el interés de los Mendoza por hacerse con el patrimonio de Álvaro de Luna como explicación de esta boda, (interés que desde luego existiría) pero no recuerdan en sus textos esa relación parental que en las casas nobles era un lazo importante para acordar matrimonios y que incluía el aspecto patrimonial. Además de ese parentesco, había relación con los Luna y por tanto con Álvaro, pues Brianda de Luna había sido la primera esposa de Diego Hurtado de Mendoza segundo marqués de Santillana, y era hija de María de Luna, tía del condestable, y de Juan Hurtado de Mendoza y Castilla. Así que no era nada extraño que quisieran casar a sus hijos.

 

 

Boda de María de Berry y Felipe de Artois, 1393, Crónicas de Jean Froissart, escritas entre 1373 y 1400, The British  Library, Harley MS 4380, f 6r.

 

 

Ambos hablaron del matrimonio: María de Luna y Pimentel con el heredero Íñigo López de Mendoza, un joven muy culto de parecida edad a María, buen guerrero y amante de las letras y las artes como su abuelo. En aquellos días la condesa se encontraba en Guadalajara, y las negociaciones con el marqués habían llegado a un acuerdo, por lo que se reunieron para firmar la escritura de capitulaciones el 21 de marzo de 1459. Y el día 30 volvían a encontrarse para continuar con la formalidad, primero en Guadalajara y después en Ayllón que era patrimonio del condado de San Esteban, ahora de su nieta y que Juana controlaba como tutora. Al mismo tiempo, como señora de Montalbán, con Diego Hurtado de Mendoza y Juan de Luna y Mendoza, alcaide de Soria, y sobrino de Álvaro de Luna, firmaban una confederación nobiliaria y pleito homenaje para su cumplimiento, (1) porque necesitaban apoyarse frente a las maquinaciones de Juan Pacheco y la conducta del rey.

Juana Pimentel y Diego Hurtado se comprometían a pedir dispensa de matrimonio al papa por la consaguinidad de los novios, que eran familia por parte de los Luna y los Mendoza. Las condiciones eran propias de dos familias de la alta nobleza, Juana aportaba 1000 vasallos que rentaban 200.000 maravedíes al año, y daría a su hija 30.000 florines en ajuar y joyas. El marqués daba a su hijo otros 1000 vasallos asentados en la villa de Saldaña y su tierra, con renta de 400.000 maravedíes anuales o en otras villas que no fueran de mayorazgo; y en concepto de arras daría a la novia 600.000 maravedíes, además de ropas y objetos necesarios para su adorno, y se haría ante Pedro González de Mendoza, obispo de Calahorra, tío de Íñigo, y realmente cabeza y jerarca de la casa de los Mendoza, y Juan de Luna, el sobrino del condestable, que permanecía fiel a su familia y actuaba con el cariño y la dedicación de un hijo.

El marqués fundaría un mayorazgo a favor de Íñigo antes del matrimonio, con las villas y heredamientos que él había recibido de su padre y que abarcaba un riquísimo patrimonio en los alrededores de Guadalajara, Madrid, Álava, Castilla y Asturias de Santillana. (2) El proyecto era que el matrimonio se celebrase al año siguiente de 1460, pero las circunstancias cambiaron y les obligaron a llevarlo a cabo de otra forma.

El acuerdo de boda fue conocido por Juan Pacheco que inmediatamente presionó al monarca para que interviniera. La mano del valido estará detrás de las decisiones que va a tomar el rey, el privado estaba furioso con el compromiso de matrimonio de María de Luna y Pimentel e Íñigo López de Mendoza, no quería perder la oportunidad de conseguir a la hija, y trató de impedirlo.

 

 

Enrique IV de Castilla, parte de miniatura de Itinerarium de G. von Ehingen, Wurtemberg Land Bible,cod.hist.qt.141. S.85,

https://es.wikipedia.org/wiki/Enrique_IV_de_Castilla#/media/Archivo:Enrique_IV_de_Castilla_cropped


 

Primero se dedicó a convencer a Enrique IV de lo desleal y peligroso que era Juan de Luna y Mendoza, sobrino del condestable, que gobernaba la administración de los bienes de la nieta de aquel, ayudaba a la familia en cualquier servicio que necesitara, y en ese momento se encontraba en aquellos territorios. La ambición por aquel patrimonio y su título le reconcomía. Resulta vergonzoso y sorprendente que por la influencia del privado, Enrique IV moviera lo que movió, yéndose en abril a Ayllón a detener por falsas acusaciones, a Juan de Luna a quien amenazó de condena de muerte, (3) que no sólo acató al rey sino que se comprometió a devolver castillos y villas que administraba en nombre de la condesa de San Esteban, A primeros de mayo se firmaban las capitulaciones entre Juan de Luna y el rey sobre las fortalezas que aquel le entregaba. (4)

Amonestó a Juana, que se encontraba también en Ayllón con su hija y su nieta, criticando su forma de llevar la tutela de esta, y le advirtió de que se la quitaría si no se enmendaba. Juana se había marchado a sus tierras allende los puertos mandada por el rey. Allí poco después fue cercada por orden del monarca porque había enviado cartas dando órdenes contra ella, al mariscal y al alcaide de los alcázares de Toledo para que cercaran, combatieran y tomaran por la fuerza los castillos de la Puebla de Montalbán, La Adrada, Arenas y Castil de Bayuela, todos pertenecientes a la condesa. Los argumentos del rey son teatrales, faltos de contenido, realmente estaban dictados por la ira de su mayordomo mayor Juan Pacheco. La condesa de Montalbán estuvo cercada por el mariscal Payo de Rivera y el alcaide de los alcázares de Toledo con gentes de aquella ciudad y sus tierras, hasta que después del compromiso de Juana, el 6 de mayo Enrique ordenaba a los cercadores dejarla salir libre de la fortaleza a ella y a sus dependientes. (5) En una real provisión de la misma fecha manda que se le devuelvan todas las fortaleza, villas y lugares que le había sido confiscadas por su orden. (6) También le enviaba una cédula en la que le prometía y aseguraba sobre su real palabra a ella, a su hija María y a su nieta Juana que no le serían tomadas sus casas, fortalezas, villas y lugares. (7) 

 

 

Puerta Rabanera, Soria, España sus monumentos y arte, Nicolás Rabanal, dibujos a pluma: Isidro Gil, 1889, https://bibliotecadigital.jcyl.es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=10065732


 

En el castillo de Alfaro, donde había seguidores de Juan de Luna y Mendoza y del fallecido condestable, se rebelaron al saber que el rey lo había detenido, y este tuvo que mandar a dos de sus vasallos para que fueran a combatirla. Ya en Soria, de la que Juan de Luna y Mendoza poseía la tenencia de la ciudad y la fortaleza, y era su vasallo, guarda mayor y miembro del consejo real, Enrique pretendía que fuera ajusticiado, por lo que el noble le entregó todas las propiedades de la pequeña condesa de San Esteban de Gormaz de las que él era gobernador y le hizo pleito homenaje de servirle y obedecerlo. El 20 de mayo en Soria el rey finalmente perdonaba a sus seguidores que se habían levantado en Alfaro. (8) A continuación para quitarle de en medio, porque era un estorbo para el proyecto de su valido, lo desterró y tuvo que partir para el reino de Aragón.

El 9 de junio el monarca y el marqués de Villena, Juan Pacheco firman unas capitulaciones con Juana Pimentel por las que entre otros acuerdos el rey le hace merced de las fortalezas de Montalbán, Arenas y La Adrada. (9) No acabarían aquí los problemas que el valido provocará a Juana, que tendrá que seguir luchando por defender a su nieta y a su patrimonio.

Otro conflicto pendiente, en este caso en la casa de los Mendoza, volverá a aparecer. En 1441, tiempos de Juan II, el condestable Álvaro de Luna le había sugerido que diera la villa de Guadalajara al príncipe Enrique, para quitársela a su enemigo Íñigo López de Mendoza que andaba enfrentándosele con maquinaciones en los bandos nobiliarios. Mendoza resistió el envite y no lo permitió, tomando él la fortaleza de Alcalá la Vieja (hoy de Henares) que pertenecía al arzobispo de Toledo, hermanastro de Luna, que este sitió y le quitó. Como Íñigo cambiaba de bando según sus intereses, tiempo después su participación a favor del rey en la batalla de Olmedo le facilitó el marquesado de Santillana y el ducado del Real de Manzanares. La posesión de Guadalajara quedó en suspenso para Enrique. 

 

 

Iglesia de Santa María, Guadalajara, España artística y monumental, dibujos: de G. Pérez Villaamil, texto: P. de la Escosura, litografías: vv.aa., 1850, https://es.wikipedia.org/wiki/Concatedral_de_Guadalajara#/media/Archivo:1850


 

Y en este otoño de 1459 volvía a resurgir como forma de humillar al II marqués de Santillana por comprometer a su heredero con la hija de Juana Pimentel. Enrique IV mandó tomar la villa, donde las tropas fueron ayudadas por algunos caballeros de Guadalajara. Como el rey se acercara hacia allí con más gentes de armas, Diego Hurtado de Mendoza salió y fue a refugiarse con su familia en el castillo de Hita, también de su propiedad. Cuando Juana conoció la noticia comprobó que el rey y su privado estaban dispuestos a realizar cualquier maniobra con tal de obtener sus deseos.

En marzo de 1460 el monarca se presentó en Guadalajara, y obligó al marqués, que había regresado a su palacio, a darle el alcázar de la villa. Era también un castigo instigado por el mismo manipulador, y según Francisco Layna le hacía salir de la ciudad por un tiempo. Para evitar la boda entre los dos jóvenes, el rey “(…) puso guarniciones propias en los castillos de la condesa de Montalbán so pretexto de intervenirlos transitoriamente, pero en rigor para evitar alguna mala pasada de los Mendoza pues ya Pacheco tenía noticias del proyecto matrimonial que uniría más a ambas familias dando al traste con las ambiciones de aquél, y pasado algún tiempo hizo que don Enrique escribiese a doña Juana instándola a que consintiera la boda de su hija con Diego López Pacheco, carta que mereció una respuesta evasiva y dilatoria aunque respetuosa.” (10) 

 

Notas


(1) Archivo Histórico de Nobleza, OSUNA,C.1860,D.9.

(2) VV.AA. Documentos sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo, vol. 1, docs. 1294 y 1298. Dirección: Ladero Quesada, Miguel A., Olivera Serrano, César. Universidad Carlos III de Madrid, 2016.

(3) Enríquez del Castillo, Diego, Crónica del rey D. Enrique IV, pp. 31 y 32, Madrid, 1787.

(4) Archivo Histórico de la Nobleza, FRIAS,C.95,D.10-11.

(5) Ibidem, FRIAS,C.126,D.24.

(6) Ibidem, FRIAS,C.95,D.14-15.

(7) Ibidem, FRIAS,C.95,D.12.

(8) VV. AA. Documentos sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo, vol. 1, doc. 1316. Dirección: Ladero Quesada, Miguel A., Olivera Serrano, César. Universidad Carlos III de Madrid, 2016.

(9) Archivo Histórico de la Nobleza, FRIAS,C..126,D.27-28.

(10) Layna Serrano, Francisco, Historia de Guadalajara y sus Mendoza en los siglos XV y XVI, Tomo II, p. 112, CSIC, Instituto Jerónimo Zurita, Aldus, S. A. Madrid, 1942. https://patrimoniodigital.castillalamancha.es/es/consulta/

 




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