Desde la muerte de Álvaro de Luna, Juana ha sufrido desgracias y penas, a parte de tener que enfrentarse a atropellos, agravios y persecuciones por la codicia de Juan Pacheco y la debilidad del rey. Si Juan II había sido despiadado, ingrato y despreciable con su fiel condestable de Castilla, sin embargo había respetado la herencia de su hijo Juan de Luna y los bienes de Juana Pimentel, pero Enrique IV, tan débil e incapaz como su padre, además se ensañará con Juana por los deseos de Juan Pacheco, llegando a una conducta rastrera e impropia de un monarca. Para la condesa de Montalbán será un tiempo de esfuerzo y derroche de energía para mantener a flote el patrimonio que quedaba de su esposo, pero sobre todo de salvar a sus descendientes de las garras del mayordomo mayor del rey.
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Escudo de Álvaro de Luna en el castillo de Arenas de San Pedro,https://tietarteve.com/castillo-arenasdesanpedro-escudos-heraldicos/ |
El año 1461 había traído a Juana en su propio palacio de Arenas la alegría del primer nieto varón, ahora además de la pequeña Juana de Luna que se criaba con ella, tendrá durante un tiempo a los dos. Pero ese año va a dar un viraje y le causará mucho sufrimiento y dolor. Tendrá que extraer su lado más combativo y enérgico para luchar contra Juan Pacheco e incluso con Enrique IV.
El enredo urdido había requerido que el rey mandara a Juana a sus tierras allende los puertos: Arenas, Montalbán o La Adrada, de tal forma que no pudiera gobernar y administrar el patrimonio de su nieta, por ello la acusaba de tenerlo muy mal gobernado. La trampa estaba echada. Hubo conversaciones para detener aquel atropello y Juana aparentemente claudicó ante las fuerzas del monarca.
Entonces sin fecha exacta ni lugar, este mandaba escribir un texto ante los integrantes de su consejo en que contaba cómo había cercado Ayllón y San Esteban de Gormaz, y vituperaba y difamaba tanto a Juana Pimentel, como tutora de su nieta, y a Juan de Luna y Mendoza como gobernador de los territorios de la niña condesa, porque trataba de quitarle las obligaciones dadas en el testamento del padre de esta. Ahora le retiraba la tutela y administración de aquel patrimonio y pedía al consejo decidiera qué personas debían ser sus tutoras y administradoras. (1)
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Privilegio de Enrique IV de Castilla al Monasterio de San Salvador de Lourenzá, Archivo Histórico Nacional, SIGIL-SELLO,C.3,N.28, |
En la carta hay espacios en blanco para la fecha, el lugar y el nombre de la persona elegida para ser tutora de la pequeña. Mientras, en otra carta sin fecha ni lugar, ordenaba que Juan Pacheco, su privado, tuviera las fortalezas, villas y lugares del patrimonio de la condesa de San Esteban, y al mismo tiempo le decía que “(…) el rey no permitiría que nadie la provea de tutor, salvo a la persona o personas que el marqués de Villena quisiere y nombrara; (…).” (2)
El montaje del rey y su privilegiado era escandaloso por los procedimientos realizados sobre mentiras, y antinatural arrancando una nieta del lado de su abuela, para ponerla en manos de extraños. Acuciada por las medidas tomadas por el monarca y por la presión continua de Juan Pacheco, Juana fue obligada a nombrar como tutor a un hombre de este, y desde el castillo de Montalbán envió a Enrique IV un escrito que presentaba su secretario ante él en Aranda de Duero el 10 de abril.
Se trataba de una súplica firmada por ella en febrero, en la que exponía que mientras regía y administraba las posesiones de su nieta por legado testamentario de su hijo, había tenido su domicilio y morada en las villas de San Esteban, en Ayllón y otros lugares pertenecientes a su nieta, pero después por mandato del propio rey había tenido que mudarse a Montalbán y otras villas y lugares que ella tenía allende los puertos. Así que no podía regir adecuadamente los bienes de su nieta que era un patrimonio muy grande, “(…) é por estar doliente é non bien dispuesta de mi persona non puedo ver nin andar por mis villas é lugares é de la dicha condesa mi nieta, nin regirlas nin administrarlas como queria é debria é era menester é menos podré de aquí delante, é este impedimento e é será perpetuo segund que todo esto á vuestra alteza es notorio.” (3) Juana pedía ser excusada por Enrique IV de regir y administrar las posesiones del condado de San Esteban de Gormaz y que proveyera de uno o dos tutores, personas buenas y virtuosas. Nombraba al licenciado Miguel Ruiz de Tragacete, oidor de la audiencia. El rey consultó con su consejo que consideraron adecuado el nombramiento del tutor. De nuevo era una farsa.
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Castillo de Belmonte, Cuenca, Recuerdos y Bellezas de España, texto: J. M. Quadrado, dibujos y litografías: F. J. Parcerisa, http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000187033&page=1 |
El texto demuestra la forzada sumisión de Juana, pues aunque el personaje fuera “persona sin sospecha”, estaba al servicio del marqués de Villena y puso como fiadores de su palabra al mayordomo del marqués y al mayordomo de la marquesa. El tutor no sólo tenía que regir y administrar los bienes de la condesa, sino que tenía que hacerse cargo de su cuidado y salud, educarla y criarla en su casa. Pero la realidad era que el tutor de la niña, y el administrador y gobernador de su patrimonio era Juan Pacheco, como la crónica recoge cuando por fin case a su hijo con la condesa de San Esteban en 1469, se dirá que la joven estaba en poder de Juan Pacheco, y Diego López Pacheco, “(…) casó con la Condesa de Santistevan, hija del Conde Don Juan de Luna (y Pimentel), é nieta del Maestre Don Alvaro de Luna, la qual tenia en su poder desde que Don Juan de Luna (y Mendoza) fue preso é destruido.” (4)
La entrega de su nieta a las personas que enviaría el rey, seguramente algunas damas de la casa del marqués de Villena, escoltadas por un grupo de caballeros y escuderos de la misma procedencia, pudo realizarse en Montalbán, no sabemos en qué fecha. Tampoco conocemos cómo se desarrolló, pero es seguro que fue una experiencia traumática y muy dolorosa para abuela y nieta, una niña de cinco años que marcharía con su aya y algunas mujeres a su servicio.
¿Cómo sería la infancia y adolescencia de Juana de Luna y Zúñiga. Hasta ahora había estado rodeada del cariño de su abuela, pero a partir de ahí pasó a manos de desconocidos como la familia de Juan Pacheco, casada con trece años con un hombre de veintidós, del que tuvo un hijo, al parecer paralítico. (5) En aquel tiempo las mujeres eran utilizadas para unos fines muy concretos en pactos de familia y obtención de patrimonios, y en este caso obligada por el valido, apoyado por un monarca sin escrúpulos, inútil y sin carácter, por encima de los deseos de su abuela y legal tutora. Juana de Luna y Zúñiga fallecerá en el castillo de Belmonte cuando contaba a penas veinticuatro años. Apartada de su familia desde niña, no tenemos noticias de que volviera a tener relación con su tía ni con su abuela.
Notas
(1) Memorias de Don Enrique IV de Castilla, tomo II colección diplomática compilada y ordenada por la RAH, doc. LXIV, Madrid, 1835 – 1913.
(2) Ibidem, doc. LXV.
(3) Ibidem, doc. LXVI.
(4) Enríquez del Castillo, Diego, Crónica del rey D. Enrique IV, p. 235, Madrid, 1787.
(5) Huarte y Echenique, Amalio, Doña Juana Pimentel, señora del castillos de Alamín, (1453 – 62), nota 5, pp. 274 y 275, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. (Cuarta época, año V), Tomo LVII, Madrid, 1951, n.º 2.
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