domingo, 1 de octubre de 2023

12. La angustiosa espera en el castillo de Escalona, primavera 1453.

 

Segunda parte


 

 

Juana se encontraba en el palacio del castillo de Escalona, Álvaro estaba preso, le había escrito cuando iba a entregarse, y le decía que le llevaban a la fortaleza de Portillo, no les dejarían ir a verle. El rey, cobarde, enloquecido, perdido el control de sus emociones ambicionando los tesoros del condestable, y acosado por la insistencia de Isabel contra este. Juan de Luna y Pimentel, obedeciendo a su padre, porque el rey iba a detenerlo y perseguir a sus partidarios, había marchado, como vimos, disfrazado y se encontró con el capitán de los jinetes del condestable que se le unieron para ir a Escalona. La condesa y su hijo redactaron una durísima carta contra Juan II, porque sabían que había incumplido su palabra de rey de haberle asegurado la vida y los bienes, le advertían que iban a escribir al papa Nicolás V pidiéndole que interviniera, pues Álvaro era maestre de la Orden de Santiago y dependía de la justicia pontificia, no sabemos si llegó a escribirla porque los hechos se precipitaron. También le decía que iba a pedir ayuda a los reyes vecinos, y a quien fuera necesario para salvar a su marido.

 


 

Santa María de la Antigua, Valladolid, Recuerdos y bellezas de España, dibujos y litografías: F. J. Parecisa, texto: P. Piferrer, http://bdh.rd.bne.es/viewer.vm?id=0000187033&page=1


Con razón temía por su esposo y se preparaba para cualquier eventualidad, era como si las Furias se hubieran desatado y estuvieran en Valladolid concentradas en el castigo y la venganza sobre él. ¿Por qué castigo, por qué venganza? Se preguntaba Juana. Su esposo había servido fielmente a Juan II, y gobernaba con acierto en su nombre, había defendido siempre su trono, había luchado y dominado a aquellos que querían controlarlo y había deshecho los secuestros y maquinaciones de los infantes de Aragón. Pero ahora el odio y la envidia acumulada en los grandes nobles, entre los que estaban su hermano el conde de Benavente, el príncipe Enrique y su favorito Juan Pacheco, y los enfermizos celos de la reina habían conseguido que lo encarcelara, y quién sabe qué más estaban urdiendo.

En la villa todos conocían la situación de su señor, allí era respetado y valorado, habían obedecido puntualmente las órdenes de la condesa: hacer acopio de alimentos, armas, leña para la cocina, guardar a los animales dentro de las murallas y cerrar todas las puertas. Los vigías controlaban el horizonte desde las torres, sobre todo, el lado norte que era más accesible y además estaba la puerta de san Miguel, a donde llegaban los caminos de Ávila y de las ciudades de Castilla Vieja. Ese lienzo de la muralla era muy fuerte con 5 metros de ancho de sillares de granito y 11 metros de alto, y ante la puerta había un recinto abovedado también de piedra con un arco de frente y uno a cada lado. Desde Toledo había que cruzar el puente sobre el río Alberche y dar la vuelta a la villa hasta encontrar la puerta. 

 

 

Asedio de una ciudad, anónimo, miniatura de Ogier, le danois, siglo XV, Biblioteca Nacional de la Universidad de Turín, XV-V-183 https://es.wikipedia.org/wiki/Asedio#/media/Archivo:Siege_of_a_city,_medieval_miniature

 

En el castillo el mandato era muy estricto, abastecimiento de pertrechos y alimentos, los hombres de armas dispuestos, vigilantes en los adarves, la puerta cerrada, y todos en disposición de hacerse fuertes junto a su señora la condesa que había decidido enfrentarse y combatir al rey y sus mesnadas para salvar a su esposo. Era la primera vez que sacaba sus bríos, una gran resolución nacida de su espíritu indomable frente a la injusticia y el atropello de Juan II. Y cuando lo considere necesario, volverá a hacerlo frente a otro monarca.

Guerreros de Toledo, villas y lugares de su comarca y tierra, vinieron a cercarla mandados por el mariscal Payo de Rivera y Alvar Pérez de Guzmán, alguacil mayor. Tenían orden de no dejar entrar ni salir a nadie, excepto si era para ir a acatamiento y servicio del rey. Era lo que Juana Pimentel y su hijo Juan de Luna habían previsto, y Escalona estaba bien preparada para resistir un asedio.

Juan II enfureció cuando leyó la carta de la condesa e hizo escribir una respuesta el 22 de mayo desde Fuensalida. “Condesa doña Joahana Pimentel é Conde don Johan, su fijo. Vi un escripto lleno de toda blasfemia é deslealtad é non menos deshonestidad é orgullo é loca sobervia, el qual me enviastes con Francisco de Trejo, firmado de vuestros nombres, é sellado con vuestros sellos sobre la prision que yo mandé facer á don Alvaro de Luna, vuestro marido é padre: (…) notificaredes á nuestro Santo Padre, é á todos los Príncipes cristianos aquesta, que vosotros aunque mentirosa é falsamente llamades muy grand crueldad, (…) Et desides mas, que notificaredes todos los juramentos é seguridades, que desides que tengo fechos, é que convocaredes é llamaredes é traeredes, non solo aquellos que yo tengo por enemigos, mas á los moros é á los diablos si pudiésedes, (…).” (1)

Madre e hijo sabían que el rey había enviado una misiva al condestable dándole seguridad de que no le sucedería nada en su cuerpo ni en sus bienes, lo que era falso. El monarca se había sumado al asedio y llevaba días en el Real que rodeaba el río a la vista de la villa y la fortaleza. Los asediados estaban dispuestos a resistir para apoyar a Álvaro mediante la fuerza de los numerosos vasallos y amigos que tenía y si era necesario de fuera del reino. Los días transcurrirán y el cerco no prosperaba.

 

 

Asalto a Mosburg, Les Croissades, ilustración de Gustave Doré, 1877, Source gallica.bnf.fr / BnF

 

La llegada de un mensajero a galope tendido que los asediadores dejaron pasar, rompió la espera, el alcaide Diego de Avellaneda y Fajardo la avisó de inmediato, ella ordenó que le abrieran y le condujeran a la gran sala, y que avisaran a sus hijos para que acudieran a la estancia, donde antes el condestable recibía a sus vasallos, dirimía controversias, y juzgaba casos de su incumbencia. María llegó corriendo, tenía diez años, Juan apareció en seguida, pronto cumpliría dieciocho. Juana se sentó en el sillón que utilizaba Álvaro, dispuesta a escuchar el mensaje, y sus hijos se colocaron a ambos lados. El mensajero venía de Valladolid desde donde había salido a marchas forzadas, traía noticias de Gonzalo Chacón, el fiel criado de su marido. No podían ser peores, Álvaro había sido ¿ajusticiado o asesinado? en la plaza del mercado de Valladolid, su cuerpo había sido enterrado a los 3 días, cuando la escribió esperaban a que se cumplieran los nueve días que debía estar su cabeza clavada en un clavo de un poste, para llevarla a la ermita de san Andrés, fuera de la ciudad, donde se sepultaba a los malhechores. La condesa dio un grito desgarrador, María lloraba y abrazaba a su madre, y Juan se había quedado lívido. El maestre de la Orden de Santiago y condestable de Castilla había sido degollado por orden del rey a instigación de la reina Isabel y de varios nobles coaligados, Álvaro de Luna tenía sesenta y tres años. Aquel doncel que había llegado a la corte cuando el monarca tenía unos tres años y al que había visto como a un padre, había muerto por su decisión. Su sombra en forma de remordimientos le seguirá el año y algo más de un mes que le quedaba de vida.

 

 

Juan II e Isabel de Portugal, reyes de Castilla, retablo mayor de la Cartuja de Miraflores, Gil de Siloé, Burgos, https://www.guiasturisticosburgos.com/cartuja-de-miraflores.html

 

Juana se recompuso y mandó que aposentaran al mensajero, y al alcaide que ordenara comprobar que todas las puertas de la villa y del castillo estaban cerradas, porque el rey apretaría su cerco. Efectivamente los pesados portones estaban cerrados y los rastrillos echados, Escalona era una potente fortaleza dispuesta a resistir cualquier asedio. Juan II y su hueste estaba en los alrededores de la villa desde el día 8 de junio, cuando todavía no se había retirado del cadalso la cabeza del condestable.

La esposa de Álvaro de Luna, sus hijos y sus oficiales se vistieron de luto con paños negros. No estaba dispuesta a claudicar, defendía la dignidad de su esposo, así como las propiedades de sus hijos, y las suyas propias. Al paso de los días, el monarca comprobó que Escalona era inexpugnable y le ofreció una capitulación, por lo que la condesa mandó abrirle las puertas para tratar con él las condiciones de su rendición. Era inteligente y capaz, y discutió y negoció con el monarca, supo salvar las posesiones de su dote, la rica Arenas de Ferrerías con su castillo y La Adrada y sus aldeas; un tercio de los tesoros que había en Escalona; y para su hijo trataron su herencia durante los días que el rey permaneció en las estancias dedicadas a él por Álvaro de Luna, y comía de sus cocinas y de su despensa.

 

Notas

(1) Memorias de don Enrique IV de Castilla, tomo II, colección diplomática, doc. XXXVII, compuesta y ordenada por la RAH, https://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=1318

No hay comentarios:

Publicar un comentario

1. En un principio... 1431.

      Hacía un frío gélido aquella mañana de enero de 1431 en Calabazanos, un lugar de la merindad de El Cerrato al sur de ...