domingo, 24 de septiembre de 2023

21. El palacio de Guadalajara, el más hermoso de toda Castilla.

 





Palacio de los duques del Infantado, Guadalajara, España artística y monumental, dibujos: G. Pérez Villaamil, texto: P. de la Escosura, litografías: vv.aa., https://ddd.uab.cat/record/59987

                  

 

El palacio de Guadalajara iba muy avanzado, ya estaba construida la fachada, el patio y numerosas estancias, y seguían habitando en la casa palacio del obispo Pedro González de Mendoza, tío del duque, que les tenía con mucho gusto, pues él estaba más en la corte con los reyes, en viajes de embajadas o en la guerra de Granada. En 1486, Juana, María y su hija Francisca vieron partir al señor de la casa, Íñigo López de Mendoza, para la nueva campaña, que en esta ocasión había decidido ir él en persona con quinientos hombres de armas a la gineta y a la guisa, y peones de su tierra. Según la crónica: “(…) é fizo grandes costas en los arreos de su persona, é de los fijosdalgo que viniéron con él. Entre los quales se fallaron cinqüenta paramentos de caballos de paño brocados de oro, é todos los otros de seda, é los otros arreos de guarniciones muy ricas.” (1) El duque del Infantado, que tanto gustaba de rodearse de belleza y elegancia, en eso era similar a Álvaro de Luna, partía a la guerra mostrando su riqueza y buen gusto. Estará combatiendo Loja, que el ejército castellano logró tomar. Allí se distinguió luchando notablemente un nieto del condestable, hijo de Pedro de Luna y Manuel señor de Fuentidueña, Álvaro de Luna y Ayala, y los reyes le premiaron con la alcaidía de la fortaleza y numerosas donaciones en la zona. Aunque Juana estaba ya muy mayor, al llegarle la noticia sentiría una enorme alegría de que un nieto de su esposo fuese valiente y tuviese tantas distinciones.

Después, el rey Fernando fue a tomar Íllora, donde el duque le pidió ir a combatir el arrabal para facilitar el ataque a la villa. Sus hombres se mostraban remisos porque era una acción muy expuesta, entonces Íñigo les hizo una arenga muy poderosa: “(…) en tiempo estamos de mostrar los corazones en la pelea, como mostramos los arreos en el alarde; é si os señalaste en los ricos jaeces, mejor os debeis señalar en las fuertes fazañas. Porque no es bien abundar en arreos, é fallecer en esfuerzo: é doblada disfamia habríamos habiendo tenido buen corazon para gastar, sino la toviésemos para pelear. Por ende como caballeros esforzados pospuesto el miedo, é propuesta la gloria, arremetamos contra los enemigos, y espero en Dios, que como ovimos la honra de homes bien arreados, la habremos de caballeros esforzados.” (2) Si el cronista ha recogido fielmente las palabras del duque, que dado su talante íntegro son muy posibles, mostraba claramente el valor que daba a portarse como caballeros a la hora de pelear con el enemigo y no sólo habiendo lucido la riqueza y elegancia de sus arreos y jaeces. Y sus hombres entraron en el arrabal sufriendo los tiros de piedras y saetas que les lanzaban los moros. Tras una encarnizada lucha entre castellanos y granadinos, estos se rindieron y la villa fue tomada.

 

 

Montefrío, Granada, De Daniel Sebastián Cueto - Castillo de Montefrío, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=89698579

 

A continuación el rey mandaba mover el Real a la villa de Moclín, que también se rindió. El siguiente objetivo fue talar la Vega de Granada y cercar la villa de Montefrío. Poco después se acababa la campaña de aquel año, y los reyes con la hueste regresaban hacia el norte.

Íñigo López de Menoza volvía a sus tierras con sus vasallos, caballeros y peones, de los que algunos habían perdido la vida y habían sido enterrados en aquellas nuevas tierras en manos del reino de Castilla. “(…) los quales la Reyna mandó recoger é sepultar en las iglesias que se fundáron en aquella villa.” (Moclín) (3)

En ese mismo año Juana debía de sentir el peso de la edad, y volvió a hacer testamento porque quería fundar mayorazgo en su hija María, y los reyes lo aprobaban, confirmaban y ratificaban el 10 de julio de 1486. Está claro que quería dejar sus bienes en manos de su hija, como sucesora femenina, y ella a su tiempo haría lo que considerase mejor cuando dictara sus voluntades. En 1487, todavía gestionaba cuestiones de Arenas, porque donaba a la villa su escribanía con cargo a censo. (4)

 
Notas

(1) del Pulgar, Hernando, Crónica de los señores reyes católicos don Fernando y doña Isabel de Castilla y de Aragón, p. 270. Valencia, 1780.

(2) Ibidem, p. 278.

(3) Ibidem, p. 280.

(4) Archivo Histórico de la Nobleza, OSUNA,C.1750,D.33.

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