jueves, 5 de octubre de 2023

3. Juana Pimentel, la condesa que desafió a Enrique IV

Primera parte



Capítulo 3. Los primeros años de matrimonio

 

 


Castillo, dibujo de Pascó, página recortada de España, sus monumentos y artes, J. M. Quadrado y V. de la Fuente https://bibliotecavirtualmadrid.comunidad.madrid/bvmadrid_publicacion/es/consulta/registro.do?id=4182

 

 

Después de su casamiento, a Juana sólo se la verá en el espejo de su esposo, sin ningún protagonismo fuera del ámbito familiar y cortesano como esposa de…, a veces acompañándole con la corte y otras habitando en alguna de las mejores casas palacio de la pareja, especialmente Escalona. A pesar de la diferencia de edad debieron de congeniar, porque Álvaro era muy agradable de trato y de buen carácter, amaba a su familia y era cariñoso, escribía poemas, y los recitaba, cantaba y bailaba bien, se rodeaba de un ambiente culto de libros y música, tenía ministriles y músicos, y le ofrecía una vida tan lujosa o más que la de su familia. A ella su padre le había dado como dote Arenas de las Ferrerías de Ávila (hoy Arenas de San Pedro) con su castillo, una villa que tenía importantes rentas por poseer en su término ferrerías, forjas y la mina de hierro de La Tablada, además de bosques con caza, pesca en el río Tiétar y dehesas para el ganado. El condestable le entregó como arras la villa llamada entonces Ladrada o El Adrada (La Adrada) y sus aldeas, (1) y 10.000 florines de oro.

Juana se encontraba muy a gusto en Escalona en el palacio mudéjar que había construido el condestable dentro del castillo, y que había adornado lujosamente con caros tapices franceses, alfombras, aparadores para las costosas vajillas, manteles de suntuoso lino y las camas con paramentos y ropajes de telas de seda con bordados de oro. Porque antes de esa fecha había estado en la corte siguiendo a la reina, pero también en otras de sus casas.


 

Castillo de Escalona, rodeado por el río Alberche, dibujo de Pascó, España, sus monumentos y arte, J. M.Quadrado y V. de la  Fuente, https://bibliotecavirtualmadrid.comunidad.madrid/bvmadrid_publicacion/es/consulta/registro.do?id=4182


 

Era una hermosa villa amurallada en un terreno elevado sobre la margen derecha del río Alberche, con dehesas cercanas y una potente fortaleza unida a la muralla defensiva, que había pertenecido el siglo anterior al gran noble Juan Manuel, donde había nacido, pasado temporadas con su familia, y resistió en 1328 un asedio del rey Alfonso XI. En manos de Álvaro de Luna había sido reparada, y en su interior edificó una magnífica casa palacio para vivir habitualmente. La fortaleza tenía varias torres albarranas y a un lado de la plaza de armas se encontraba el castillo separado por un foso. “Fue una de las residencias más fastuosas del siglo XV cuando lo habitaba don Álvaro de Luna, (…).” (2)

Fue su hospedaje preferido y lo cuidaba especialmente, decidió que sería el hogar de su esposa e hijos. Consiguió otros lugares y villas aledañas, para formar un territorio seguro propio. La zona reunía unas condiciones muy buenas, poseía caza y pesca, bosques, prados, agua, era un paso del ganado de trashumancia con varias cañadas, había molinos, aceñas, un puente, horno, por lo que obtenía rentas de varias actividades. En ella centralizó su organización y allí convocaba a sus vasallos. 

 

Puente sobre el río Alberche a su paso por Escalona, https://www.diputoledo.es/galeria/11772

 

El mismo año que se casaron, él organizó una campaña militar para atacar el reino de Granada, y en marzo estaba con Juana en Escalona, con los preparativos de la expedición y esperando la llegada de sus vasallos, cuando en Semana Santa llegó el rey con su mesnada y la reina María le acompañaba. Juana tenía todo dispuesto para agasajarlos, estaba acostumbrada primero con su padre, y ahora con su esposo a la convivencia continuada y habitual con el monarca. Álvaro de Luna era su mano derecha, y participará en combates, consejos, reuniones, traslados o jornadas de caza acompañándole a él y a su corte. Los reyes pasaron la Pascua de Resurrección con ellos, (3) y asistieron a las ceremonias religiosas en la capilla que tenía el castillo.

Después los vio partir hacia el sureste camino de Toledo y le sacudió un escalofrío con su marcha, los guerreros se enfrentaban a serios peligros e incluso la muerte cuando iban en una expedición de guerra. El tiempo parecía detenerse en los castillos cuando la hueste marchaba, después de los ruidos y el griterío de la preparación de la salida. Ella volvía a sus tareas familiares y esperaba el regreso. La reina se quedó en Carmona mientras el rey iba hacia la frontera. Se dio una batalla cerca de Medina Elvira, después de haber quemado y talado la vega de Granada. Fue una gran victoria de Álvaro de Luna con las tropas castellanas, y el combate fue conocido como de La Higueruela. 

 


 
Sierra Elvira, en sus inmediaciones se produjo la batalla de La Higueruela, Granada, De Julionavas - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=17234032


Juana expectante recibió al mensajero de Álvaro de Luna, era un joven de la casa, traía buen semblante, la dama se tranquilizó, le dijo que los cristianos habían vencido a los granadinos, el condestable le enviaba una carta, donde le contaba el éxito del enfrentamiento contra las numerosas tropas de Yusuf IX de Granada, y le pedía que tuviera todo dispuesto porque los reyes regresarían con él a Escalona, quería recibirles suntuosamente y ofrecer al rey una cacería de monte. (4) Ella puso en movimiento a todo el servicio del castillo para la recepción: había que sacrificar los carneros, gallinas y otros animales para los banquetes, aunque luego también hubiera venados y puercos de la caza; las cocinas se aprestaron para la enorme tarea que les aguardaba; tenían que montar un estrado con paramento para los monarcas en la sala llamada rica; sacar las vajillas más preciosas; colgar paños de seda y oro; traer romero, tomillo y lavanda frescos para el buen olor de las estancias; y los monteros prepararon todo lo necesario, como la jauría de perros sabuesos, alanos y lebreles. Cuando llegaron, ejerció de anfitriona con su gran encanto.

 

 

Música y baile, Taccuinum Sanitatis, Ibn Butlân, Ms Latin 9333, fol 102r. Source gallica.bnf.fr / BnF


 

Al rey le gustaba el ambiente festivo más que las obligaciones de gobierno, y escapar de las intrigas y enfrentamientos entre los nobles que buscaban detentar más poder y riqueza. Después en Ayllón la pareja volvió a festejar a los reyes en los últimos días de mayo.

Juan II tenía en palacio muchos poetas y músicos a sueldo. Con motivo de la pasada reunión de Cortes en Madrid en 1433, la corte se encontraba en la ciudad y Juana acompañó al condestable para asistir a las fiestas que se hicieron en abril con aquel motivo. Solían aposentarse en las casas de la collación de Santiago pertenecientes a Alfonso Álvarez de Toledo, consejero y contador mayor del rey, a pesar de haberle eximido de alojar huéspedes cuando la corte paraba en Madrid. (5) Se hizo una “justa de guerra bien notable”, en la que fueron mantenedores Íñigo López de Mendoza y su hijo Diego Hurtado con 25 caballeros de su casa; y Álvaro de Luna con sesenta de sus caballeros fueron aventureros. Al ser más estos últimos tuvieron los encuentros uno por uno. Después Íñigo López les dio una cena. (6)

En estas justas, cuando se realizaban en Madrid, el rey mandaba hacer las lizas en un campo llano que había bajo el alcázar. Se construían dos tablados grandes uno para el rey con los nobles que le acompañaban, y otro para la reina con todas las damas, tanto las de su casa como las que habían venido a ver las justas, como Juana Pimentel que pasaba temporadas siguiendo a su esposo. Se instalaban dos grandes tiendas, una a cada lado de la liza, donde los caballeros se armaban. (7)

 

Alcázar de Madrid, Jan Cornelisz Vermeyen, 1534, https://es.wikipedia.org/wiki/Real_Alc%C3%A1zar_de_Madrid#/media/Archivo:Alcazar_1534_1535

 


El mantenedor se encargaba de organizar, controlar y dirigir el acto que requería unas reglas y cierta complicación, tenía una gran tienda montada en el extremo del palenque para realizar su cometido. En los tablados había banderas, tapices y colgaduras. Era un ambiente colorido y animado, con asistencia de mucha gente, pues también había zonas reservadas para los ciudadanos de Madrid. El bullicio era general, pero cuando comenzaba las lides, el silencio era sepulcral, la plebe sabía que en ese silencio, una voz podía provocar un accidente en un combate y ellos perder la lengua.

También se realizaron “justas poéticas” en las que volvieron a brillar Íñigo López de Mendoza y Álvaro de Luna, ambos con gran talento tanto literario como caballeresco en el combate y en la guerra. De esas justas poéticas no nos ha llegado información de cómo se realizaban, por lo que vamos a tratar de componer una imagen posible utilizando las referencias a otros actos palaciegos en los que se mostraba la magnificencia del monarca y tomaban forma de espectáculo. Debía de efectuarse en un espacio cerrado, por razones de acústica, y de buenas dimensiones como una gran sala del alcázar que estaría muy adornada, con asientos para que el rey en su estrado, los grandes magnates, la reina, las damas y doncellas, y los prelados que estaban presentes, al lado y alrededor del monarca, pudieran seguir las lecturas, declamaciones y respuestas de los poetas que se enfrentaban. Probablemente entre una y otra intervención, un conjunto de ministriles, tiple, tenor y contratenor marcaría con una breve pieza el principio de cada actuación. Y mientras los participantes declamaban sus obras tal vez les acompañaba el suave sonido de un laúd o de una vihuela. La sala estaría engalanada para el acto que posiblemente era el preludio o el cierre de un banquete, por lo que habría tapices, colgaduras de seda y oro, paños con los escudos de armas del monarca, alfombras y otros adornos, y si había anochecido numerosas velas y candeleros.



Notas

(1) Huarte y Echenique, Amalio, Doña Juana Pimentel, señora del castillo de Alamín (1453 - 62), p. 271, Revista de archivos, bibliotecas y museos, (cuarta época, año V) Tomo LVII, n.º 2, Madrid, 1951.

(2) VV. AA. España gótica: Castilla. La Mancha, 2, pp. 142 a 144, ediciones Encuentro, Madrid, 1999.

(3) Pérez de Guzmán, Fernán, Crónica del señor rey don Juan II, p. 314, Valencia, 1779.

(4) Ibidem, p. 322.

(5) Puñal Fernández, Tomás, Alfonso Álvarez de Toledo, DB-e RAH.

(6) Pérez de Guzmán, Fernán, Op. cit. p. 338.

(7) Ibidem, p. 355.









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