lunes, 9 de octubre de 2023

2. Juana Pimentel, la condesa que desafió a Enrique IV

Capítulo 2. El novio, Álvaro de Luna, y el padrino, Juan II, rey de Castilla


 

Álvaro de Luna, que siempre se vestía muy elegante, también había elegido prendas negras recamadas de oro sobre el jubón de lana, en una jaqueta larga acolchada y ceñida, calzas gris muy oscuro y una capa de brocado negro y oro. Toda la familia estaba de luto, así que sólo se hizo un banquete para honrar a los reyes y a los invitados que habían venido, pero no hubo bromas de bufones, ni mimos, ni bailes.

Había sido nombrado condestable de Castilla en 1423, tras los sucesos con Enrique, infante de Aragón, apoyado por el anterior condestable Ruy López Dávalos, huidos al reino vecino. Era el más alto cargo tras el rey, que “(…) dandole el bastón de la justicia, é el mando é gobernamiento sobre todas las sus huestes. É dióle el Rey con aquella dignidad á Castil de Bayuela é su tierra, é el Adrada é su tierra, é á la villa de Arjona.” (1)

Pero su carrera en la corte había comenzado años antes presentado por su tío, el prelado Pedro de Luna y por Juan Hurtado de Mendoza y Castilla, casado con una prima del entonces joven. Era un hijo natural del noble aragonés Álvaro Martínez de Luna con María Fernández de Jaraba (llamada también por algunos autores María de Uranzadi), una mujer de la villa de Cañete, de la que era señor, y no se ocupó de él, porque le molestaba la presencia de un bastardo y la falta de hijos legítimos. Antes de morir acabó por reconocerlo y enviarlo encomendado a su criado Juan de Olid con cartas de recomendación a su tío el papa Benedicto XIII, y a sus parientes, su medio hermano Juan Martínez de Luna y su hermano Pedro el eclesiástico nombrado arzobispo de Toledo, pero que no había podido tomar posesión del cargo por el rechazo del rey Enrique III.


 


Benedicto XIII, Joan Reixach, siglo XV, iglesia Santa María la Mayor de Morella, Castellón, De Juan Rexach - Fotografía propia, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=113942239


El papa, tío abuelo del niño, le recibió con afecto y le tuvo un tiempo en su corte, después le puso en manos del arzobispo Pedro de Luna. (2) En esos ambientes cultos y lujosos entre libros e intelectuales eminentes, crecerá y recibirá una magnífica formación, y educación del buen gusto por la poesía, la música, el canto, la arquitectura y la elegancia en el vestir, en los modales y en la manera de conducirse, además de la caballerosidad, el arte de las armas y el respeto a la institución de la monarquía.

Cuando murió Enrique III, el arzobispo accedió a su puesto con el apoyo de la reina Catalina y el infante Fernando, regentes de Castilla, porque el rey Juan II era menor. Hacia 1408 Pedro de Luna y Juan Hurtado de Mendoza y Castilla conseguían que su sobrino (ambos eran tíos del joven) entrase en palacio como doncel del monarca, un niño de unos tres años. El doncel era un joven noble que realizaba diversas tareas al lado de sus señores. A esa edad los pequeños fijan profundamente a personas, ambientes y objetos, Juan II criado con amor por Catalina, sin embargo no tenía la referencia masculina del padre. Posiblemente la presencia de Álvaro de Luna ocupó en su mente un lugar excepcional. El joven tenía unos dieciocho años y debía de ser encantador, sin duda lo será toda su vida, divertido, alegre y muy cortés. El rey niño se sintió feliz con él y esa unión entre los dos permanecerá a lo largo del tiempo, hasta que influencias externas y el propio fastidio del monarca, la hagan saltar por los aires.

Cuando Juan II llegó a la mayoría de edad, su madre y su tío Fernando I de Aragón habían fallecido, el monarca tuvo que enfrentarse a numerosos problemas, provocados por sus primos los infantes hijos de Fernando, que querían controlarlo, eran dueños de un gran patrimonio en Castilla, y tenían cargos eminentes, como Enrique, maestre de la Orden de Santiago. El joven monarca estaba comprometido con su prima hermana María, también hija de Fernando, y los desposorios se celebraron en 1418 en Medina del Campo. Ella será una defensora del partido aragonés en Castilla, complicando los asuntos desde ese lugar privilegiado. Él no la amaba, era un problema para la corona castellana más que una compañera. La boda se efectuaría dos años más tarde en medio de maquinaciones y enfrentamientos, y forzada por el secuestro del monarca por parte del infante Enrique de Aragón. Un golpe de mano que fue desbaratado por la intervención directa de Álvaro de Luna que liberó al soberano. Un mes después se realizaba el matrimonio de Juan con la infanta María.



Palacio de los papas de Aviñón, https://www.bienvenueenprovence.fr/es/visitar/el-palacio-papal/


Álvaro valoraba una monarquía fuerte, y la defenderá del acoso de los infantes, será su escudo y gran apoyo. En esos años había contrarrestado las numerosas tramas, conjuras y el secuestro del monarca, deshaciendo parte de los planes contra él. Salvarlo del encierro en Tordesillas, le dio el título de condestable de Castilla y la base de su encumbramiento. El monarca tenía un carácter débil, era indolente, no estaba capacitado para gobernar y no le interesaban las obligaciones propias de su cargo. El nuevo condestable era todo lo contrario, tenía carácter, era enérgico, le gustaba el gobierno del reino que deseaba fuerte frente a la díscola y ambiciosa nobleza. Era buen guerrero y tenía una gran intuición para percatarse de los peligros que acechaban al rey y para evitarlos. La deuda de Juan con él se convertía en un estrecho lazo, más fuerte que el ya existente. Su esfuerzo y entrega en el cargo requerían una remuneración que fue efectuándose en donaciones de señoríos, villas, castillos, propiedades, rentas y beneficios. El reinado de Juan II, más interesado en la música, la poesía, las fiestas y torneos, continuará con continuas conspiraciones, rebeliones, peleas y un gran desgaste para Castilla.




 

Villa de Cañete, cartel de la XXIII Alvarada, fiesta homenaje a Álvaro de Luna, https://www.villadecanete.com

 

Álvaro de Luna era un hombre agradecido, no olvidó sus orígenes y ayudó a su madre, a la que donó dos lugares para que tuviera rentas. Debía de ser una mujer muy atractiva, plebeya, que aparte de haber tenido relaciones con el noble Martínez de Luna, las tuvo con otros hombres, por lo que Álvaro tuvo dos hermanastros a los que también favoreció. Uno de ellos, Juan de Cerezuela, eclesiástico, que el condestable consiguió accediera a la sede sevillana y luego a la de Toledo como arzobispo, y fue también un gran apoyo para él.

En 1420 se había casado con Elvira de Portocarrero, que no le dio hijos y que no viviría mucho tiempo, pues debió de fallecer al poco de dictar testamento en 1424. En ese tiempo Álvaro había tenido una hija fuera de matrimonio, a la que legitimará posteriormente y la casará con Juan de Luna y Mendoza, su sobrino, hijo María de Luna (en esta etapa habrá varias damas con el mismo nombre) y de Juan Hurtado de Mendoza y Castilla, mayordomo mayor y consejero del monarca, que le había favorecido.

Juan de Luna y Mendoza se había criado en casa de Álvaro, y fue un buen guerrero siempre fiel, que le acompañará en numerosos hechos de armas, ya fueran escaramuzas o la batalla de Olmedo, y hasta los momentos más difíciles del final. De viudo el condestable, tuvo un hijo natural, Pedro de Luna y Manuel, con Margarita Manuel, nieta del gran magnate Juan Manuel. Cuando este hijo natural legitimado alcance la edad suficiente le acompañará en luchas y refriegas, y se encontrará a su lado siempre que lo necesite.

Algunos nobles castellanos deseosos de controlar al rey y envidiosos de la posición de Álvaro de Luna se unieron a los infantes de Aragón para derribarlo. Conseguirán su destierro en la villa de Ayllón en septiembre de 1427, donde se dedicó a la caza, la lectura y a una vida tranquila alejada de las intrigas cortesanas. Pero los coaligados se peleaban entre sí y el gobierno se hacía imposible, el condestable fue llamado a la corte y de un destierro que iba a ser de un año y medio, se redujo a cinco meses. Fue un regreso triunfal con gran elegancia y aparato. El que acudió a buscarle era el conde de Benavente, Rodrigo Alfonso de Pimentel. Ambos se trataban habitualmente en la corte al lado del rey y acompañándole con su mesnada contra las rebeldías de los infantes Enrique y Pedro de Aragón, que andaban alborotando Castilla. De ese trato surgió la propuesta al conde de casar con su hija Juana, famosa por su belleza, además de su alto linaje y juventud.



Cortejo del marqués de Caracena, Adan Frans van der Meulen, 1664, Museo Nacional del Prado

 


Para él era un hito más en su ascenso nobiliario que se había iniciado con el nombramiento de condestable de Castilla y la administración de la Orden de Santiago, continuaba con esta boda, con la adquisición hacia 1434 y construcción algo después, de una admirable capilla funeraria en la catedral de Toledo, por Pedro Jalopa y Hanequin de Bruselas, arquitectos francés el primero y de Flandes el segundo, (3) y se afianzará con la institución de mayorazgo en su hijo y el nombramiento de maestre de la Orden de Santiago. Había dado todos los pasos para ocupar un puesto preponderante dentro de la más alta nobleza. Ascenso que reafirmará con decisiones, actos y fórmulas que le colocaban a la cabeza de la aristocracia y figura principal al lado del rey, lo que más allá de su poder de facto en la gobernación del reino, le hacía odioso a grandes magnates como el marqués de Santillana, que urdía tramas contra él, y con el que competía en la organización de torneos, fiestas y veladas literarias.

Rodrigo Alfonso Pimentel aceptó la proposición y acordaron las capitulaciones que se formalizarían en agosto de 1430 en Ayllón, cerca de Segovia, con los desposorios por palabras de presente y señalando la velación para el año siguiente.

Por aquel tiempo ya se encontraba en Valladolid Juan de Alarcón y Valverde, un agustino que venía de haber ejercido cinco años en Florencia como lector en el Estudio General de la Orden, y que traía los aires nuevos de la reforma que se estaba aplicando en un convento cercano a Siena. En algún momento el fraile entró en contacto con Álvaro de Luna, que se mostró muy partidario de esa renovación en los claustros castellanos, mantuvieron amistad, y el condestable, desde su cargo, le apoyó en la labor que acometió. Con esa idea Juan de Alarcón conseguirá la aprobación del general de la Orden para fundar un convento en Villanubla, a solo 3 leguas al noroeste de Valladolid. Un tiempo después erigió otros monasterios con la misma intención de observancia.

 

San Agustín, modelo para una Orden de fraternidad apostólica, fresco en Palacio de Letrán, Roma, De Desconocido - http://www.30giorni.it/us/articolo.asp?id=3553, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=6029808


Con Álvaro de Luna y Juana Pimentel llegó al acuerdo de crear uno en nombre de Santa María del Pilar en la villa de Arenas de las Ferrerías de Ávila, que tanto Juana como su esposo favorecerán. En una zona llamada Ojos de la Jara: “(…) lugar boscoso y abrupto, lleno de manantiales, habitado únicamente por unos ermitaños agustinos, y por los pastores que encontraron la imagen de nuestra Patrona, la Virgen del Pilar, quienes tomaron el sobrenombre de los Pilaretes, (…).” (4)

Ese lugar, donde habitaban ermitaños cercano al alto de San Agustín, fue elegido por Juan de Alarcón para el convento de Santa María del Pilar, pues ya existía esa imagen de la virgen custodiada por los solitarios en una casa que ellos habían construido. Hoy sólo queda el espacio donde estuvo y más abajo una cueva con “(…) estructura en galería sustentada por arcos apuntados de fábrica de ladrillo, característicos del gótico.” (5) que se piensa era utilizada por los frailes como bodega y fresquera. No muy lejos quedaba el castillo-fortaleza de Juana Pimentel y Álvaro de Luna.

Notas

 (1) Chacón, Gonzalo, Crónica de don Álvaro de Luna, condestable de los reynos de Castilla y de León, p. 45, edición y apéndices de Josef Miguel de Flores, Madrid, 1784.

(2) de Palencia, Alfonso, Crónica de Enrique IV, Tomo I, pp. 105 y 106, Traducción de Paz y Meliá, A., Madrid, 1904. https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.cmd?id=3711

(3) Ibáñez Fernández, Javier, Con el correr del sol: Isambart, Pedro Jalopa y la renovación del Gótico final en la Península Ibérica durante la primera mitad
del siglo XV, p. 214, Biblioteca, estudio e investigación, 26, 2011, https://dialnet.unirioja.es

(4) Serrano Cabo, José, Historia y Geografía de Arenas de San Pedro y de las
villas y pueblos de su partido
, p. 15, Ávila, 1925.
https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.do?id=38

 (5) Restauración de la cueva de las curvas de San Agustín de Arenas, Redacción, 9 junio 2020. https://tietarteve.com/restauracion-cueva-curvas-san-agustin-arenasdesanpedro/



















jueves, 5 de octubre de 2023

3. Juana Pimentel, la condesa que desafió a Enrique IV

Primera parte



Capítulo 3. Los primeros años de matrimonio

 

 


Castillo, dibujo de Pascó, página recortada de España, sus monumentos y artes, J. M. Quadrado y V. de la Fuente https://bibliotecavirtualmadrid.comunidad.madrid/bvmadrid_publicacion/es/consulta/registro.do?id=4182

 

 

Después de su casamiento, a Juana sólo se la verá en el espejo de su esposo, sin ningún protagonismo fuera del ámbito familiar y cortesano como esposa de…, a veces acompañándole con la corte y otras habitando en alguna de las mejores casas palacio de la pareja, especialmente Escalona. A pesar de la diferencia de edad debieron de congeniar, porque Álvaro era muy agradable de trato y de buen carácter, amaba a su familia y era cariñoso, escribía poemas, y los recitaba, cantaba y bailaba bien, se rodeaba de un ambiente culto de libros y música, tenía ministriles y músicos, y le ofrecía una vida tan lujosa o más que la de su familia. A ella su padre le había dado como dote Arenas de las Ferrerías de Ávila (hoy Arenas de San Pedro) con su castillo, una villa que tenía importantes rentas por poseer en su término ferrerías, forjas y la mina de hierro de La Tablada, además de bosques con caza, pesca en el río Tiétar y dehesas para el ganado. El condestable le entregó como arras la villa llamada entonces Ladrada o El Adrada (La Adrada) y sus aldeas, (1) y 10.000 florines de oro.

Juana se encontraba muy a gusto en Escalona en el palacio mudéjar que había construido el condestable dentro del castillo, y que había adornado lujosamente con caros tapices franceses, alfombras, aparadores para las costosas vajillas, manteles de suntuoso lino y las camas con paramentos y ropajes de telas de seda con bordados de oro. Porque antes de esa fecha había estado en la corte siguiendo a la reina, pero también en otras de sus casas.


 

Castillo de Escalona, rodeado por el río Alberche, dibujo de Pascó, España, sus monumentos y arte, J. M.Quadrado y V. de la  Fuente, https://bibliotecavirtualmadrid.comunidad.madrid/bvmadrid_publicacion/es/consulta/registro.do?id=4182


 

Era una hermosa villa amurallada en un terreno elevado sobre la margen derecha del río Alberche, con dehesas cercanas y una potente fortaleza unida a la muralla defensiva, que había pertenecido el siglo anterior al gran noble Juan Manuel, donde había nacido, pasado temporadas con su familia, y resistió en 1328 un asedio del rey Alfonso XI. En manos de Álvaro de Luna había sido reparada, y en su interior edificó una magnífica casa palacio para vivir habitualmente. La fortaleza tenía varias torres albarranas y a un lado de la plaza de armas se encontraba el castillo separado por un foso. “Fue una de las residencias más fastuosas del siglo XV cuando lo habitaba don Álvaro de Luna, (…).” (2)

Fue su hospedaje preferido y lo cuidaba especialmente, decidió que sería el hogar de su esposa e hijos. Consiguió otros lugares y villas aledañas, para formar un territorio seguro propio. La zona reunía unas condiciones muy buenas, poseía caza y pesca, bosques, prados, agua, era un paso del ganado de trashumancia con varias cañadas, había molinos, aceñas, un puente, horno, por lo que obtenía rentas de varias actividades. En ella centralizó su organización y allí convocaba a sus vasallos. 

 

Puente sobre el río Alberche a su paso por Escalona, https://www.diputoledo.es/galeria/11772

 

El mismo año que se casaron, él organizó una campaña militar para atacar el reino de Granada, y en marzo estaba con Juana en Escalona, con los preparativos de la expedición y esperando la llegada de sus vasallos, cuando en Semana Santa llegó el rey con su mesnada y la reina María le acompañaba. Juana tenía todo dispuesto para agasajarlos, estaba acostumbrada primero con su padre, y ahora con su esposo a la convivencia continuada y habitual con el monarca. Álvaro de Luna era su mano derecha, y participará en combates, consejos, reuniones, traslados o jornadas de caza acompañándole a él y a su corte. Los reyes pasaron la Pascua de Resurrección con ellos, (3) y asistieron a las ceremonias religiosas en la capilla que tenía el castillo.

Después los vio partir hacia el sureste camino de Toledo y le sacudió un escalofrío con su marcha, los guerreros se enfrentaban a serios peligros e incluso la muerte cuando iban en una expedición de guerra. El tiempo parecía detenerse en los castillos cuando la hueste marchaba, después de los ruidos y el griterío de la preparación de la salida. Ella volvía a sus tareas familiares y esperaba el regreso. La reina se quedó en Carmona mientras el rey iba hacia la frontera. Se dio una batalla cerca de Medina Elvira, después de haber quemado y talado la vega de Granada. Fue una gran victoria de Álvaro de Luna con las tropas castellanas, y el combate fue conocido como de La Higueruela. 

 


 
Sierra Elvira, en sus inmediaciones se produjo la batalla de La Higueruela, Granada, De Julionavas - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=17234032


Juana expectante recibió al mensajero de Álvaro de Luna, era un joven de la casa, traía buen semblante, la dama se tranquilizó, le dijo que los cristianos habían vencido a los granadinos, el condestable le enviaba una carta, donde le contaba el éxito del enfrentamiento contra las numerosas tropas de Yusuf IX de Granada, y le pedía que tuviera todo dispuesto porque los reyes regresarían con él a Escalona, quería recibirles suntuosamente y ofrecer al rey una cacería de monte. (4) Ella puso en movimiento a todo el servicio del castillo para la recepción: había que sacrificar los carneros, gallinas y otros animales para los banquetes, aunque luego también hubiera venados y puercos de la caza; las cocinas se aprestaron para la enorme tarea que les aguardaba; tenían que montar un estrado con paramento para los monarcas en la sala llamada rica; sacar las vajillas más preciosas; colgar paños de seda y oro; traer romero, tomillo y lavanda frescos para el buen olor de las estancias; y los monteros prepararon todo lo necesario, como la jauría de perros sabuesos, alanos y lebreles. Cuando llegaron, ejerció de anfitriona con su gran encanto.

 

 

Música y baile, Taccuinum Sanitatis, Ibn Butlân, Ms Latin 9333, fol 102r. Source gallica.bnf.fr / BnF


 

Al rey le gustaba el ambiente festivo más que las obligaciones de gobierno, y escapar de las intrigas y enfrentamientos entre los nobles que buscaban detentar más poder y riqueza. Después en Ayllón la pareja volvió a festejar a los reyes en los últimos días de mayo.

Juan II tenía en palacio muchos poetas y músicos a sueldo. Con motivo de la pasada reunión de Cortes en Madrid en 1433, la corte se encontraba en la ciudad y Juana acompañó al condestable para asistir a las fiestas que se hicieron en abril con aquel motivo. Solían aposentarse en las casas de la collación de Santiago pertenecientes a Alfonso Álvarez de Toledo, consejero y contador mayor del rey, a pesar de haberle eximido de alojar huéspedes cuando la corte paraba en Madrid. (5) Se hizo una “justa de guerra bien notable”, en la que fueron mantenedores Íñigo López de Mendoza y su hijo Diego Hurtado con 25 caballeros de su casa; y Álvaro de Luna con sesenta de sus caballeros fueron aventureros. Al ser más estos últimos tuvieron los encuentros uno por uno. Después Íñigo López les dio una cena. (6)

En estas justas, cuando se realizaban en Madrid, el rey mandaba hacer las lizas en un campo llano que había bajo el alcázar. Se construían dos tablados grandes uno para el rey con los nobles que le acompañaban, y otro para la reina con todas las damas, tanto las de su casa como las que habían venido a ver las justas, como Juana Pimentel que pasaba temporadas siguiendo a su esposo. Se instalaban dos grandes tiendas, una a cada lado de la liza, donde los caballeros se armaban. (7)

 

Alcázar de Madrid, Jan Cornelisz Vermeyen, 1534, https://es.wikipedia.org/wiki/Real_Alc%C3%A1zar_de_Madrid#/media/Archivo:Alcazar_1534_1535

 


El mantenedor se encargaba de organizar, controlar y dirigir el acto que requería unas reglas y cierta complicación, tenía una gran tienda montada en el extremo del palenque para realizar su cometido. En los tablados había banderas, tapices y colgaduras. Era un ambiente colorido y animado, con asistencia de mucha gente, pues también había zonas reservadas para los ciudadanos de Madrid. El bullicio era general, pero cuando comenzaba las lides, el silencio era sepulcral, la plebe sabía que en ese silencio, una voz podía provocar un accidente en un combate y ellos perder la lengua.

También se realizaron “justas poéticas” en las que volvieron a brillar Íñigo López de Mendoza y Álvaro de Luna, ambos con gran talento tanto literario como caballeresco en el combate y en la guerra. De esas justas poéticas no nos ha llegado información de cómo se realizaban, por lo que vamos a tratar de componer una imagen posible utilizando las referencias a otros actos palaciegos en los que se mostraba la magnificencia del monarca y tomaban forma de espectáculo. Debía de efectuarse en un espacio cerrado, por razones de acústica, y de buenas dimensiones como una gran sala del alcázar que estaría muy adornada, con asientos para que el rey en su estrado, los grandes magnates, la reina, las damas y doncellas, y los prelados que estaban presentes, al lado y alrededor del monarca, pudieran seguir las lecturas, declamaciones y respuestas de los poetas que se enfrentaban. Probablemente entre una y otra intervención, un conjunto de ministriles, tiple, tenor y contratenor marcaría con una breve pieza el principio de cada actuación. Y mientras los participantes declamaban sus obras tal vez les acompañaba el suave sonido de un laúd o de una vihuela. La sala estaría engalanada para el acto que posiblemente era el preludio o el cierre de un banquete, por lo que habría tapices, colgaduras de seda y oro, paños con los escudos de armas del monarca, alfombras y otros adornos, y si había anochecido numerosas velas y candeleros.



Notas

(1) Huarte y Echenique, Amalio, Doña Juana Pimentel, señora del castillo de Alamín (1453 - 62), p. 271, Revista de archivos, bibliotecas y museos, (cuarta época, año V) Tomo LVII, n.º 2, Madrid, 1951.

(2) VV. AA. España gótica: Castilla. La Mancha, 2, pp. 142 a 144, ediciones Encuentro, Madrid, 1999.

(3) Pérez de Guzmán, Fernán, Crónica del señor rey don Juan II, p. 314, Valencia, 1779.

(4) Ibidem, p. 322.

(5) Puñal Fernández, Tomás, Alfonso Álvarez de Toledo, DB-e RAH.

(6) Pérez de Guzmán, Fernán, Op. cit. p. 338.

(7) Ibidem, p. 355.









4. Juana Pimentel, la condesa que desafió a Enrique IV

 
Capítulo 4. Una corte muy festiva

 


Al año siguiente en mayo, la pareja estaba en Valladolid y el condestable recibía al rey con una justa que había preparado para agasajarle, y en la que “(…) él salio con treinta Caballeros de la casa del Rey é suyos, los quince vestidos de verde, é los quince de amarillo. (…) justaron los verdes contra los amarillos, y el Rey salió por aventurero, é rompió una lanza en Diego Manrique hijo del adelantado Pero Manrique, que era uno de los mantenedores, (…).” (1) Después les ofrecía una cena a todos ellos y a otros caballeros de la corte. “(…) e a la noche el Condestable fizo mesa abierta a los cavalleros e mañana se fara una buena encamisada a los morisco (fiesta que se hacía de noche a caballo y con hachas encendidas) que la narrare a Vuestra Merced.” (2)

La cena se solía hacer antes de la puesta de sol y aunque en el día a día eran más bien frugales, con verduras y potajes, queso, pan, vino y frutas cocidas o asadas, en los banquetes regios que se daban en estas celebraciones después de justas, eran suntuosas, además de frutas y adornos de verduras se servían asados de jabalíes, venados y otras carnes con salsas especiadas, ya que demostraba el poder económico del anfitrión que podía hacerse traer especias de lejanos países y eran muy costosas. Ya existían manteles y piezas parecidas a las servilletas para el rey y los grandes nobles, y aguamaniles para las manos. La vajilla de Álvaro de Luna era espléndida, con platos, bandejas de plata, confiteros y copas de cristal con soportes de plata embellecidas con piedras preciosas o esmaltes, o copas de plata dorada muy adornadas. 

 

 

Justa en Betanzos ante Juan de Gante y Constanza de Castilla, en 1387, Crónicas de Jean Froissart, Siglo XV, https://es.wikipedia.org/wiki/Justa#/media/Archivo:Joust_John_Holland_Reginald_de_Roye

 

Cuando el rey quiso ir en romería al santuario de Guadalupe, Álvaro de Luna, que le acompañaba, le hizo una gran recepción en el castillo de Maqueda, donde le esperaba Juana, y del que había tomado posesión en junio de 1434, pues había hecho un trueque con el maestre de Calatrava, ya que era de esta Orden que la había fortalecido e instalado una encomienda. La villa estaba amurallada y tenía un potente castillo en un extremo de la muralla, estaba al sur camino de Toledo y completaba el territorio que el condestable quería poseer. Probablemente no tendría el lujo y la magnificencia de Escalona, porque su intercambio era reciente y no era residencia habitual, pero es seguro que el condestable se había encargado de dotar y acomodar sus estancias para recibir a los monarcas.

 


Catedral de Toledo, dibujos: G. Pérez Villaamil, texto: P de la Escosura, litografías: vv.aa., España artística y monumental, https://ddd.uab.cat/record/59987

 

Después, la pareja se fue a Toledo, donde el hermanastro de Álvaro de Luna, Juan de Cerezuela ya era arzobispo, por su mediación con el rey, que había forzado su elección. Querían construir una capilla panteón para la familia, “(…) é de alli el Condestable se vino para Toledo por ver una notable capilla que ende se hacía en la Iglesia mayor. (…) y el Rey y la Reyna tuviéron ende novenas, é pasadas se partiéron para Madrid, e viniéronse para Escalona, donde el Condestable les tenia aparejada gran fiesta, la qual acabada se viniéron á Madrid.” (3) Se trataba de cacerías por los bosques de la zona, banquetes con acompañamiento de músicos y bailes en el palacio de Escalona.

La sala principal lucía muy hermosa cuando Juana y Álvaro recibían a los reyes, con las paredes engalanadas con grandes tapices franceses que entonces eran muy valorados, el suelo cubierto de alfombras si era invierno o plantas aromáticas si era verano, el estrado del rey con paramento recubierto de terciopelo carmesí con el escudo de Castilla y de León, las mesas cubiertas de primorosos manteles de lino, sobre la que destacaban copas con pie de plata, con piedras preciosas o esmaltes, los aparadores mostrando las vajillas de plata y oro, la exquisitez de las numerosas bandejas y platos de asados bellamente presentados y servidos por los notables caballeros de la casa que iban ataviados muy lujosamente. Un grupo de ministriles tocaban sus instrumentos para amenizar la comida. Con todas estas celebraciones se ve el interés de la pareja por ofrecer al rey las mejores diversiones que eran de su gusto, y que esas eran las costumbres más habituales de la corte de Juan II, en cuanto era posible.

Hacia estas fechas Juana debió de quedarse embarazada por primera vez, lo que fue una gran alegría para los dos. En el último mes de la preñez permaneció en la corte que se hallaba en Madrid, para estar cerca de Álvaro y más tranquila. “Estando el Rey en Madrid en el dicho año (1435), nació al Condestable Don Álvaro de Luna un hijo que le llamaron Don Juan. El Rey é la Reyna le hiciéron gran fiesta al tiempo que fué baptizado, los quales fuéron padrino é madrina, é con ellos el Conde de Castañeda Don Garcifernandez Manrique é doña Beatriz hija del rey Don Dionis: é baptizolo el Obispo de Osma Don Pedro nieto del Rey Don Pedro, que despues fué Obispo de Palencia: é hízose la fiesta en la casa de Alfonso Álvarez de Toledo Contador mayor, donde el Condestable posaba: é allí comiéron el Rey é la Reyna con el Condestable, é despues de comer se hizo gran danza, é se dió colación á todos los Caballeros é Gentiles-Hombres que ende estaban. El Rey dió á la Condesa muger del Condestable un rubí, é un diamante de valor de mil doblas.” (4) El pequeño fue bautizado el domingo 3 de julio por Pedro, obispo de Osma y nieto del rey Pedro I.


 

 
Baile alegre, Roman de la rose, Oxford Bodleian Library, MS Douce 364, f. 83, https://es.wikipedia.org/wiki/Roman_de_la_Rose#/media/Archivo:BodleianDouce364Fol8rRomanRoseMirthGladnessLeadDance.

 

 

El médico de la corte del rey Juan II, Fernán Gómez de Cibdarreal escribió numerosas cartas a personajes relevantes de la nobleza y prelados, narrando hechos y añadiendo detalles que ilustran bien la etapa convulsa que se vivía. Asiste al bautizo del hijo de Juana y Álvaro de Luna y y cuenta a Fernando Álvarez de Toledo los bailes que se dieron: “(…) aca somos de festexos e alegrias ca fue solemne el baptiço del Condestable ca por el rey le llamaron Juan fueron su señoria e la reyna el padrino e madrina e tambien la infanta doña Beatriz fixa del rey don dionis e gar çi fernandez conde de Castañeda e a la noche en la posada de Alonso alvarez de toledo contador mayor del rey se fizo una buena zanbra morisca e otros bayles e una danza francesa e se dio colaçlon (colación) de pasta ato dos muy anplamente (…).” (5)

Antes del bautizo treinta caballeros de la casa del rey vestidos de blanco y treinta de la del condestable vestidos de amarillo, jugaron cañas. Después “(…) las fiestas fueron en la posada del Condestable, con el qual aquel dia comieron el Rey é la Reyna. E levantadas las mesas ovo muchas danzas, juegos e instrumentos de músicas: é se dieron muchas colaciones, non solamente á los caballeros que con el Rey eran; mas á los que por las calles las querian tomar.” (6)

En este tiempo que el gobierno del reino estaba en manos de Álvaro de Luna y caballeros de su confianza colocados en los puestos clave, el monarca va de fiesta en fiesta, porque al marcharse de Madrid, fue a Buitrago, villa de Íñigo López de Mendoza, que le había pedido que fuese porque quería “hacer sala” (dar espléndidos banquetes y otras diversiones y regocijos al rey y a toda la corte).


Castillo de Buitrago de Lozoya, propiedad de Íñigo López de Mendoza, I marqués de Santillana, https://buitrago.org/turismo/lugares-de-interes-patrimonio-medieval



Con motivo de la entrevista entre Juan II y su hermana María, reina de Aragón, en Soria en 1435, se realizaron también grandes festejos, con justas, danzas y momos, además de ricos banquetes. Muchos actos implicaban esa ostentación, una competición para ver quien ofrecía las más elegantes y suntuosas, por lo variadas, complejas y de larga duración. Después el condestable en Alcalá de Henares, villa de su hermano Juan de Cerezuela como arzobispo de Toledo, brindaba otras fiestas al monarca, y en la capital toledana con justas, toros y danzas, en agosto de 1436. Pero no sólo fueron festejos porque en Guadalajara el condestable, que era quien realmente gobernaba, convenció al rey de realizar unas ordenanzas y leyes para los oficiales relacionados con la justicia en todos sus niveles de las ciudades y villas, que se publicaron y enviaron por todo el reino. (7)



Notas


(1) Pérez de Guzmán, Fernán, Crónica del señor rey don Juan II, p. 343, Valencia, 1779.

(2) Gómez de Cibdarreal, Fernán, Centón Epistolario, Epístola lxii, p. 399, Edición e
introducción de Lola Pons Rodríguez, Lemir 20 (2016).

(3) Pérez de Guzmán, Fernán, Op. cit. p. 347.

(4) Ibidem, p. 353.

(5) Gómez de Cibdarreal, Fernán, Op. cit. Epístola lxviii, pp. 402 y 403.

(6) Chacón, Gonzalo, Crónica de D. Álvaro de Luna condestable de los reynos de Castilla y de León, pp. 128 y 129. Edición y apéndices por Josef Miguel de
Flores, Madrid, 1784.

(7) Pérez de Guzmán, Fernán, Op. cit. pp. 357, 359 y 361.

 











miércoles, 4 de octubre de 2023

5. Juana pimentel, la condesa que desafió a Enrique IV

 

Capítulo 5. Lujo, música y poesía alrededor de Juan II

 


Si en algo destaca Juan II es en su amor por las distintas expresiones artísticas, que no sólo disfrutará como diletante, sino como intérprete. Había sido educado esmeradamente por su madre la reina Catalina, que había nacido en Inglaterra en un ambiente muy culto, era muy religioso, sabía correctamente latín, música y escribía poemas con habilidad. La suya será una corte ilustrada y sobresaliente, con gran presencia de músicos, teólogos, ministriles, poetas, bufones y artistas, abundarán los libros y los objetos lujosos y de buen gusto, como por ejemplo magníficos tapices franceses, que a veces narraban escenas caballerescas de personajes como Lancelot o el rey Arturo.

 

 

Íñigo López de Mendoza, I marqués de Santillana, retrato copia de G. Maureta y Aracil del retablo de Los Gozos de Santa María, Jorge Inglés, 1455, https://es.wikipedia.org/wiki/Marqu%C3%A9s_de_Santillana#/media/Archivo:Marques de Santillana (copia de Maureta)

 

Había un gran noble, buen guerrero y escritor y poeta, que lo mismo mantenía unas justas de armas que un certamen literario, era Íñigo López de Mendoza, el primer marqués de Santillana. Las damas, desde la reina a las esposas de los magnates, asistían como espectadoras a ambos concursos, en muchos casos dedicados a ellas o al menos para mostrarles las habilidades caballerescas que tanto era una canción de amor como vencer al contrincante llevando un distintivo, un lazo, una cinta o un pañuelo de la mujer amada. Probablemente era lo que más gustaba a Juana Pimentel de sus estancias en la corte, escuchar aquellos poemas sutiles y difíciles con una belleza compleja que había que dominar y que Juana había aprendido sobre todo al lado de su esposo, que cultivaba la poesía y participaba en las justas literarias.

Dentro de este ámbito de creación poética se encontraban las invenciones y letras de justadores.” La invención era: “(…) una frase corta, más o menos ingeniosa, en la que la ambigüedad de los vocablos y el contexto en que se dice pretende explicar de forma concisa una idea muchísimo más amplia.” (1) Se parecía al llamado “mote”, un elemento de proclamación amorosa utilizado en el cortejo cortesano y en el erotismo de sus fiestas. No conocemos ninguna invención de Álvaro de Luna, a pesar de ser un asiduo participante en justas y torneos y cultivar la poesía y gustarle aquellas formas caballerescas. En el terreno literario era un experto, aunque considerado por algunos como un advenedizo en la aristocracia, por ser un hijo natural de un noble, además de la casa Luna, extranjera en Castilla pues eran de origen aragonés. Mas ese caballero, joven muy ambicioso, inteligente, buen estadista, con gran visión para deshacer las tramas y maquinaciones contra el monarca, tenía las mismas dotes que el marqués de Santillana, era tan buen guerrero como escritor y poeta. 

A su servicio, no sabemos en qué cargo, aunque era buen contador y tenía una gran formación por lo que podía desempeñar diversas funciones, se hallaba Pero Guillén de Segovia, que mantenía buena amistad con él y que además era poeta. Será el único amigo capaz de defender a su señor escribiendo un Dezir sobre la muerte de don Álvaro de Luna, cuando este sea degollado tras un proceso montado con la sentencia de muerte predeterminada.

 

Laberinto de Fortuna o Las trescientas de Juan de Mena, obra dedicada a Juan II de Castilla, portada edición 1496, https://es.wikipedia.org/wiki/Laberinto_de_Fortuna#/media/Archivo:Las_ccc_de_Juan_de_Mena.



 

En la corte de Juan II estarán en algún momento como familiares y protegidos, hombres brillantes en la creación: como Juan de Mena, escribano de cartas latinas, el gran poeta de Laberinto de Fortuna que dedicó y entregó al rey en 1444, y dos años después prologó el libro de Álvaro de Luna; Alfonso de Cartagena, obispo de Burgos, diplomático, historiador y humanista; Juan de Alarcón y Valverde, agustino introductor de la reforma en la Orden y vicario general del Capítulo de la provincia de Castilla, que asesoró al rey en algunos asuntos, y fue amigo de Álvaro de Luna para el que escribió el Libro del Regimiento de los Señores, “(…) un tratado de política medieval y espejo de príncipes sui generis, (...) con normas de conducta y preceptos político-morales.” (2); el escribano del rey y poeta de cancionero, Juan Alfonso de Baena que recopiló poemas en el Cancionero que se conoce por su villa de procedencia; el militar, escritor, poeta y fraile, Juan Rodríguez del Padrón (o de la Cámara) que dedicó a la reina María el texto Triunfo de las donas, en el que se alaban las cualidades de las mujeres y entra en la polémica de la Querella de las mujeres con una actitud profemenina en la que coincide con Diego de Valera, humanista, diplomático, historiador que escribió Defensa de las virtuosas mujeres, espejo de verdadera nobleza, y favorecido por Juan II; y finalmente con Álvaro de Luna con su Libro de las virtuosas e claras mugeres.

 

 

Cancionero de Baena, de Juan Alfonso de Baena, https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Alfonso_de_Baena#/media/Archivo:Baena_folio_1.

 

También se hallaban Alfonso Fernández de Madrigal, clérigo, consejero del rey, escritor prolífico de comentarios en latín a libros de la Biblia y obispo de Ávila; Pablo de Santa María y Lope de Barrientos; Martín (Alfonso) de Córdoba, insigne religioso agustino, teólogo y escritor amigo del condestable, a quien dedicó el Compendio de la Fortuna, esta como “un suceso inopinado íntimamente unido a una causa final.” (3)

Como capellán de Juan II, Alfonso Martínez de Toledo, clérigo eminente con estudios en la universidad de Salamanca, que viajó por el reino de Aragón y a Roma protegido del cardenal Juan de Casanova. Participó en el debate sobre las mujeres escribiendo El Corbacho, un ataque contra el amor mundano y crítica antifemenina. Pero también en la redacción de escritos solicitados por el monarca, porque el rey encargará tratados de diferentes temas teológicos o espirituales, que le interesaban y por eso se había rodeado de estos prelados de sobresalientes conocimientos.

Juan de Mena tenía buena relación con Álvaro de Luna y además del proemio a Las virtuosas e claras mugeres, le dedicó Memorias de algunos linages, estando en la corte en Valladolid en 1448, porque Mena, de origen cordobés, tenía su casa e intereses en aquella ciudad de donde fue nombrado Veinticuatro, un cargo que le reportaba buenos ingresos. Y en el cerco de Palenzuela en el que el condestable fue herido en un brazo por una flecha, el poeta estaba con la corte porque le dedicó un poema para consolarle. 

 

 

 

Vista de la Torre de la Calahorra, Córdoba, ciudad de procedencia de Juan de Mena, fotografía: Pilar Alarcón

 

Es curioso que al mismo tiempo que mantenía esta simpatía por el condestable, tenía también una estrecha amistad con Íñigo López de Mendoza, el marqués escritor y poeta, que le odiaba, se había enfrentado a él, y formó parte del grupo de nobles que procuró su caída. Mena se aprovechará de la confiscación de bienes de Álvaro de Luna, porque poco después de su muerte recibía una donación del rey de 13000 maravedíes anuales de las tahurerías de Córdoba, y parece que no tuvo ningún reparo en obtener parte de las rentas del que se consideraba un amigo y admirador, e incluso hay autores que ven un soborno tras esta merced. “Hay algo siniestro en el rápido traslado de la propiedad de Luna a uno de sus más elocuentes admiradores, y Rizzo y Ramírez supone que hubo soborno. Es triste que un hombre que había lanzado filípicas en el Laberinto contra la corrupción, pudiera haber sido propicio al soborno, pero ésta es, sin embargo, la interpretación más verosímil.” (4)

Entre los poetas recopilados en el Cancionero de Baena, su autor, Juan Alfonso de Baena, que conoció a la mayoría de aquellos, recoge gran cantidad de poemas de Alfonso Álvarez de Villasandino, que también estuvo en la corte y dedicó diversos poemas a Álvaro de Luna en la década de 1420, y que, en numerosas ocasiones con humor, le pedía favores y ayudas.

 

Notas


(1) Perea Rodríguez, Óscar, Las cortes literarias hispánicas del siglo XV: el entorno histórico del Cancionero general de Hernando del Castillo (1511), tesis doctoral, pp. 24 y 25, https://core.ac.uk/download/pdf/147826128.pdf

(2) Lazcano González, Rafael, Juan de Alarcón y Valverde. DB-e RAH.

(3) Lazcano González, Rafael, Martín de Córdoba. DB-e RAH.

(4) Street, Florence, La vida de Juan de Mena, p. 164, Bulletin Hispanique, tome 55, n.º 2, 1953, https://www.persee.fr/doc/hispa_0007-4640_1953_num_55_2_3354

 


2. Juana Pimentel, la condesa que desafió a Enrique IV

Capítulo 2. El novio, Álvaro de Luna, y el padrino, Juan II, rey de Castilla   Álvaro de Luna, que siempre se ve...